El orgullo es la perdición de muchos héroes clásicos.
Fritzwilliam Darcy, uno de los dos personajes principales de la novela de Jane Austen «Orgullo y prejuicio», tiene que dejar ir el suyo para poder ganarse el amor de Elizabeth Bennet.
Dante lo incluyó como uno de los siete pecados capitales. Y, como el famoso verso de los Proverbios (a menudo mal citado) nos avisa: «Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu».
No hay duda sobre esto: constantemente se nos dice que el orgullo cuanto menos nos hace antipáticos y, yendo más lejos, nos puede destruir.
Pero es posible que el orgullo no se merezca completamente la reputación de fuerza destructiva. Hay nuevas pruebas de que esta emoción tiene una función evolutiva y que juega un papel importante en cómo nos relacionamos con el mundo.
Una emoción global
Las muestras de orgullo ocurren en todas las culturas y edades, incluso en los más pequeños. El orgullo viene además con su propia pose, ampliamente reconocible: una postura erguida, brazos extendidos y la cabeza alta.
En sus investigaciones, Jessica Tracy, profesora de Psicología en la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y autora del libro «Orgullo: el secreto del éxito», constató que esta postura la adoptan incluso personas que son ciegas de nacimiento.
Esto sugiere que el orgullo es parte de nuestra construcción evolutiva más que algo aprendido socialmente.
Los beneficios del orgullo
Según un nuevo estudio, cuando esperamos sentir orgullo por algo, es porque el orgullo evolucionó para ofrecernos -a nosotros y a la gente de nuestro alrededor- beneficios sociales.
Leda Cosmides, profesora de Psicología Evolutiva en la Universidad de California en Santa Bárbara (Estados Unidos), explica que en las sociedades cazadoras-recolectoras de los primeros humanos era esencial convencer a los demás de que tu bienestar era importante.
El trabajo que Cosmides desarrolló con otros investigadores sugiere que el orgullo que sentimos cuando abordamos una tarea difícil o fomentamos una cualidad particular es un poderoso motivador evolutivo.
«Si vas a invertir tiempo en cultivar un talento específico, será mejor que desarrolles talentos o habilidades que otras personas valoren«, señala.
Y una forma de demostrar que tienes un talento que merece la pena es mostrar tu propio orgullo de tenerlo.
«Si no muestras tu orgullo, no sabré cuáles son tus éxitos y no sabré cuánto debo valorarte».
Una exhibición de orgullo «promociona tus éxitos», apunta Daniel Sznycer, profesor de Psicología en la Universidad de Montreal (Canadá) y principal autor del estudio. «Si no, no sabré cuáles son tus éxitos y no sabré cuánto debo valorarte».
Valoración de los demás
Para un estudio anterior publicado en 2017, Sznycer, Cosmides y sus colegas de investigación realizaron experimentos en 16 países, desde Estados Unidos a Japón.
En cada país, un grupo de participantes recibió la descripción de una persona con atributos deseables, como una cierta educación o una apariencia juvenil, y a continuación se les preguntó cómo calificarían a esa persona. A otro grupo se le preguntó cuánto orgullo sentirían si tuvieran esos atributos.
El estudio concluyó que el orgullo que la gente dijo que sentiría al tener ciertos atributos era semejante a la admiración que el otro grupo tenía por los mismos rasgos.
En otras palabras, si creemos que vamos a estar orgullosos de algo es porque pensamos que eso nos hará quedar bien ante los demás: la cantidad de orgullo que sentimos por un logro determinado está en sintonía con el valor que otras personas le dan a ese logro.
«Así, mandamos señales a nuestro sistema de toma de decisiones, que calcula cuáles serán los beneficios sociales de una determinada acción», indica Cosmides.
Sociedades menos industrializadas
Había un problema con la investigación: los participantes eran todos miembros de sociedades industrializadas con una exposición constante a los medios. Esto significaba que era imposible saber si este orgullo era un rasgo evolutivo fundamentalmente humano o algo que era aprendido por los miembros de una cultura global.
Para averiguarlo, los investigadores llevaron a cabo un segundo estudio, publicado en 2018. Entrevistaron a 567 personas de diez pequeñas sociedades indígenas de Centroamérica, Sudamérica, África y Asia.
Al igual que en el estudio anterior, le preguntaron a un grupo de personas cómo calificarían a alguien con determinadas cualidades mientras que el otro grupo evaluó cuán orgullosos se sentirían si ellos mismos tuvieran esas cualidades.
Los resultados fueron claros: el orgullo que las personas pensaron que sentirían si fueran fuertes, buenos contadores de historias o capaces de defenderse a sí mismos, encajaba de cerca con la admiración que esas cualidades despertaban.
Si bien es imposible estar seguros, los resultados sugieren fuertemente que la relación entre orgullo y valor social evolucionó como «parte de la naturaleza humana», explica Sznycer.
«Ya sabíamos que el orgullo te ayuda a subir a lo más alto, pero no cómo lo hace», expone Joey Cheng, profesor de Psicología en la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (Estados Unidos) que no participó en el estudio.
Diferencia con la soberbia
Si el orgullo es una parte así de vital para nuestra interacción con el mundo que nos rodea, ¿por qué se percibe de forma tan negativa?
De acuerdo a Cosmides y Sznycer, el problema llega cuando nuestro orgullo es más grande que el verdadero valor social de nuestros logros.
Esto puede generar resentimiento, no admiración. «El orgullo debe estar muy bien equilibrado respecto a cuán positivamente te va a ver la gente», expone Cosmides.
Jessica Tracy dice que el truco está en saber distinguir entre el orgullo soberbio que se asocia con agresividad, baja autoestima y el tener pocos amigos, y lo que ella define como «orgullo auténtico», que es el que sentimos cuando conseguimos nuestros objetivos y nos sentimos seguros de nuestro valor personal.
«Mucha gente solo piensa en el ‘orgullo malo’… ese orgullo en realidad es arrogancia, ser engreído, tener obsesión con uno mismo», precisa.
Pero las personas que sienten un orgullo auténtico por sus éxitos lo cierto es que se mueven muy bien por el mundo, tienen «relaciones sociales estupendas, tienden a tener una alta autoestima, están conectadas de cerca con sus parejas, tienen perfiles de personalidad ideales», añade.
«Las personas que eran más orgullosas… terminaron por ser las personas mejor consideradas y más respetadas en la comunidad».
Cheng y Tracy han observado esto en sus estudios sobre el orgullo en atletas.
«Aquellos que estaban más orgullosos, seguros, exitosos y se sentían realizados… terminaron por ser las personas mejor consideradas y más respetadas en la comunidad», afirma Cheng.
Pero eso solo era cierto si sus sentimientos se basaban en logros genuinos, no en narcisismo o en un orgullo soberbio.
La clave, según Tracy, es centrarse en alcanzar y conseguir ciertos objetivos o cualidades, en lugar de intentar conseguir el reconocimiento en sí mismo.
El narcisismo puede que no sea óptimo, pero ¿una dosis de orgullo sano y bien fundamentado? Adelante, acéptalo.
Hay una razón por la que estás programado para sentirlo.