Con pocos días de diferencia perdimos a Ángelo Valenzuela y Alanna Lockward, dos jóvenes que aportaron mucho a la cultura dominicana y que por el curso de sus carreras auguraban que darían mucho más y de mayor calidad. No son sustituibles, nadie lo es, y por eso duele mucho sus muertes, ya que las posibilidades de sus talentos quedan de manera radical inaccesibles para todos.
De Alanna, por su cercanía conmigo y la PUCMM, sabía de proyectos que caminaban y seguro florecerían en este año, de Ángelo no me cabe duda que otras tantas iniciativas hubiese concretado. Es un hecho, todo lo que pudiese haber sido nunca será y celebramos con júbilo lo que nos dejaron en el tiempo que tuvimos el privilegio de compartir con ellos la existencia.
Cuando sufrimos pérdidas como esas es que comparamos sus vidas con las de otros, longevos, casi inmortales, que únicamente nos han brindado dolor, angustia, empobrecimiento, miedo. Son los torturadores, asesinos, ladrones del erario público, estafadores, propagadores de mentiras, autoritarios, golpistas, enemigos de todos los seres humanos que no son como ellos, racistas, xenófobos, misóginos, aporofóbicos, homofóbicos, en fin, toda suerte de calaña que vive más de la cuenta con la única tarea de hacerle más daño a sus semejantes.
En el Salmo 73 se encuentra una de las descripciones más realistas de este problema. “Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados. Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable. Libres están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos. Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia. ¡Están que revientan de malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones! Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan. Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra. Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman”. Por lo visto poco ha cambiado el género humano desde que el salmista escribió esto.
Difícil permanecer íntegro, pero no imposible. Debemos fortalecernos interior y exteriormente y construir comunidad con quienes comparten esta misma vocación por la vida plena.
Fortalecernos para los embates de los perversos y corruptos, en todos los posibles terrenos y circunstancias donde aparezcan. Y tercero, no menos importante, conservar la limpieza de espíritu, especialmente frente a los más débiles y quienes confían en nosotros.
Los malvados se agotarán en su propia miseria, los buenos florecerán en el presente y dejarán buenas semillas para el futuro.