Todo el mundo sabe que golpearse el hueso del codo no es nada divertido. ¿Pero sabías que esa sensación tan peculiar y poco placentera no proviene para nada del hueso?
En realidad sale del nervio cubital, un grupo de fibras sensibles que recorre el brazo y pasa detrás de la coyuntura del codo.
El nervio cubital comienza en la espina dorsal y se ramifica a través del hombro y el brazo, terminando en los dedos meñique y anular.
Capas de hueso y músculo ofrecen protección al manojo de neuronas a lo largo del brazo mientras envían y reciben señales desde y hacia el antebrazo y la mano.
El problema está en que cuando el nervio cubital llega al codo pasa detrás de una protuberancia del húmero llamada epicóndilo medial y a través de un pequeño canal de 4mm de longitud conocido como el túnel cubital, al lado del olécranon, el hueso con forma de gancho en el que el radio y el húmero se encuentran. Y en ese punto el nervio queda atrapado entre el hueso y la piel, sin demasiada amortiguación.
Así que cuando lo golpeas en el ángulo adecuado, lo que logras es aplastar el nervio contra el epicóndilo medial.
Es entonces cuando tienes esa extraña sensación que se produce cuando crees haberte dado en el hueso del codo, una mezcla rara de adormecimiento y cosquilla.
Y debido a que el nervio cubital es responsable del dolor y no el hueso del húmero como tal, esa sensación se traslada a lo largo del brazo y termina en los dedos meñique y anular.
Síndrome de túnel cubital
Pero, aunque puede sonar horrible, para la mayoría de las personas la sensación es pasajera. Generalmente se pasa después de frotarse el codo por unos minutos.
Ahora imagínate que mientras llevas a cabo tu rutina diaria te sigue alguien que te golpea del codo incesantemente con un martillo pequeño, acertando en el hueso del codo una y otra vez. Así es como se sienten quienes tienen síndrome del túnel cubital.
Puede que no sea tan común como el síndrome del túnel carpiano en las manos, pero puede generar un enorme dolor e incomodidad. En casos extremos puede incluso inhabilitar el uso de la mano.
Es la segunda condición más común de su tipo, después del síndrome del túnel carpiano.
La diferencia básica entre tener síndrome del túnel cubital y ser «víctima» de un golpe rápido en el nervio cubital es que en el primero el nervio se ve afectado por un periodo largo o en forma repetida, mientras que en el segundo se trata de un incidente puntual.
El síndrome puede desarrollarse, por ejemplo, si el nervio cubital roza una y otra vez el epicóndilo medial porque estiras y encoges el codo en forma repetida, o puede ocurrir si dejas el codo doblado por largo rato, por ejemplo cuando sostienes un teléfono en tu rostro o cuando duermes.
Opciones
La mayoría de los doctores prefieren tratar el problema de forma no quirúrgica primero. La prescripción más obvia es evitar las actividades que causan los síntomas del síndrome del túnel cubital.
Si la persona está acostumbrada a dormir con los brazos doblados, podría recetársele el uso de una tablilla antes de dormir o que envuelva el codo en una almohada o toalla para mantener el brazo más relajado.
Aquellos que sienten incomodidad por el uso del teléfono pueden optar por una alternativa manos libres.
Estos fáciles y pequeños cambios a la rutina diaria pueden producir un enorme alivio a quienes sufren formas suaves de síndrome del túnel cubital.
Pero como la Sociedad Americana para la Cirugía de la Mano explica, algunas veces la posibilidad del quirófano tiene que ser considerada.
La operación puede involucrar reubicar el nervio al frente del codo o reducir o eliminar parte del codo para disminuir la presión en el nervio.
Sin embargo, no hay consenso en cuanto a cuál es el mejor método. Un estudio de 1989 revisó un siglo de casos y estudios publicados, un conjunto de datos que comprendían a más de 2.000 pacientes cuyo padecimiento como resultado del síndrome de túnel cubital requirió de cirugía.
En el estudio, el médico de Baltimore Lee Dellon se lamentó de que «la filosofía de tratamiento ha vacilado entre dos visiones: una que se remonta a los tiempos en que los cirujanos creían que virtualmente cada caso de compresión del nervio cubital debía ser operado porque no parecía haber ningún caso de recuperación espontánea, y otra adscrita al descubrimiento reciente de que un manejo no quirúrgico podía derivar en la recuperación de ciertos pacientes».