¿Por qué compran nuestra deuda?
El país continúa acudiendo al mecanismo de subastas públicas de sus valores como la mejor vía que han encontrado para seguir sosteniendo una economía de continuos déficits fiscales.
Tanto el Ministerio de Hacienda como el Banco Central han hecho hábito de acudir a los mercados de capital, tanto internos como internacionales, para colocar sus obligaciones y con el recaudo de dichas emisiones continuar apoyando el marco de estabilidad macroeconómico de las últimas décadas.
La semana pasada el Banco Central subastó RD$10,000 millones con vencimiento a 1,015 días, de la cual adjudicaron menos del 10 %, ya que el mercado percibe un nivel de riesgo que amerita un retorno más cercano al 12 %, cuando parece que el emisor no está dispuesto a pagar más del 11 %.
Así mismo, el Ministerio de Hacienda llevó a cabo una subasta de cerca de US$5,000 millones con una escala de tasas de interés acorde con el tiempo de vencimiento de los distintos tramos.
Las tasas de la emisión de Hacienda fluctuaron de un 6.48 % con vencimiento al 2033 hasta un 6.95 % para vencimientos en el 2060.
La tasa de los vencimientos del 2037, del 6.85 %, resultó la más atractiva en la curva de tasas. Del total emitido, cerca de US$2,000 millones entran a las arcas públicas, mientras que los valores restantes se utilizaron en refinanciar obligaciones.
Viendo la aceptación en los mercados de estas emisiones de cuantías tan inmensas y vencimientos más largos, estamos obligados a preguntarnos por qué los mercados acogen con entusiasmo estas emisiones. La respuesta la encontramos en el último reporte de la agencia de calificación de riesgo Fitch Ratings.
Según la agencia calificadora, República Dominicana es el único país en la región del Caribe y Centroamérica que presenta una perspectiva positiva con panorama de estabilidad y crecimiento. A esto se le suma las atractivas tasas de interés ofrecidas, y la respuesta se hace obvia.
Pero ojo, recordemos que la solución del dilema de la economía dominicana no radica en nuevas deudas ni en una reforma fiscal, sino en cerrar las válvulas de dispendio y subsidios, como el caso del sector eléctrico, entre otros.
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