Las escondidas es un juego que se juega en todo el mundo, atraviesa las barreras culturales y del idioma. Pero, ¿por qué es tan universal? A lo mejor es porque es una herramienta poderosa de aprendizaje.
Uno se tapa los ojos y los muestra lentamente. Esto causa arrebatos de risa en el bebé, lo que nos hace reír. Entonces, lo volvemos a hacer. Una y otra vez.
Hay quienes lo llaman cucú, peekaboo o «dónde está el bebé», y nunca pasa de moda.
No sólo mi propia hija pequeña está feliz de hacerlo durante horas, sino que cuando yo era niño, jugaba al cucú con mi madre («¡te reías mucho!», me confirma por mensaje de texto) y así ha pasado de generación en generación.
Todos nacemos con personalidades únicas, en situaciones únicas y con unos genes únicos. ¿Por qué, entonces, los bebés de todo el mundo constantemente vuelven a descubrir el peekaboo?
Los bebés no leen libros y no conocen a mucha gente, por lo que la sorprendente longevidad y la universalidad cultural del cucú es quizá un indicio de que activa algo fundamental en sus mentes. No es mera costumbre o moda, el juego puede ayudarnos a mostrarnos los pilares sobre los que se apoya el pensamiento humano.
Factor sorpresa
Una teoría temprana de por qué a los bebés les gusta el cucú es que les sorprende ver que aparecen cosas después de esconderlas.
Esto puede que a los adultos no les suene que sirva como base sólida para la risa, pero para entender la broma hay que darse cuenta de que para un bebé nada está establecido. Nacen en un mundo de confusión ruidosa y gradualmente aprenden a entender lo que pasa a su alrededor.
Cuando alguien escucha una voz, con frecuencia sabe si esa persona está lejos o cerca. De la misma forma, uno sabe que cuando una pelota rueda debajo del sofá sigue existiendo, pero piense por un momento cómo ha llegado a esta certitud.
El psicólogo evolutivo suizo Jean Piaget llamó a este principio «permanencia del objeto». Sugirió que los bebés se pasan los dos primeros años de sus vidas entendiéndolo.
Estos dos años son el cénit de dónde está el bebé.
Visto de esta manera, el juego no es sólo una broma, sino que ayuda a los bebés a probar y volver a probar un principio de la existencia básico: las cosas siguen estando presentes incluso cuando no están a la vista.
Puede que la evolución hiciera que los bebés disfruten del cucú para su propio beneficio, porque resultó ser útil en el desarrollo cognitivo, pero lo dudo. Está ocurriendo algo más profundo que la mera educación.
La base de una broma
El cucú usa la estructura fundamental de toda buena broma: la sorpresa, equilibrada con la expectación.
Los investigadores Gerrod Parrott y Henry Gleitman lo demostraron en pruebas que involucraban a un grupo de bebés de seis, siete y ocho meses y que suena demasiado divertido como para ser un experimento psicológico.
La mayor parte del tiempo, el juego a escondidas se hizo de una forma común. Sin embargo, en algunas ocasiones, el adulto se escondió y reapareció en forma de otro adulto o se escondió y reapareció en otro lugar.
Los videos de los bebés fueron puntuados por observadores independientes a partir de cuánto se sonrieron y rieron.
En estas «pruebas con truco» los bebés sonrieron y se rieron menos, incluso si el resultado era más sorprendente. Lo que es más, la diferencia de disfrute del cucú normal y el que tenía truco aumentó con la edad. Los bebés de ocho meses fueron los que menos disfrutaron de la prueba con truco.
Trucos sin gracia
La interpretación de los investigadores es que este juego depende de la capacidad de predecir el resultado. A medida que los bebés crecen, su predicción se afina, por lo que la discrepancia con lo que pasa realmente aumenta; y lo encuentran cada vez menos divertido.
El secreto final de la longeva popularidad de las escondidas es que realmente no es sólo un juego.
A medida que el bebé crece, su cuidador deja que el juego se adapte a las nuevas capacidades del pequeño, lo que permite tanto a los adultos como a los bebés disfrutar de un juego similar, pero llevado a cabo de diferentes maneras.
La versión más temprana del cucú es simplemente aparecer, en la que el cuidador anuncia que se está acercando con la voz antes de acercar la cara hasta que el bebé pueda enfocarla. A medida que el bebé crece, empieza a disfrutar de la desaparición y reaparición de los adultos, pero tras un año más o menos, el juego se puede graduar hasta llegar a un punto en que el niño es quien se esconde y reaparece.
Así es como las escondidas siguen teniendo valor, permitiendo un equilibrio perfecto de lo que un bebé en desarrollo sabe del mundo, lo que es capaz de controlar y lo que todavía le sorprende.
Lo bueno es que a nosotros los adultos nos gusta tanto su risa que la repetición no nos impide disfrutar de rondas interminables del juego.