Siempre he pensado que hay silencios que valen más que mil palabras. Hace poco leía que se debe normalizar decir “no sé lo suficiente como para tener una opinión” y estoy totalmente de acuerdo.
Me sorprende ver a personas opinando solo por decir algo sin pensar en el contenido de sus palabras.
Se nos olvida informarnos, leer sobre las cosas, empatizar realmente con los demás antes de sentenciar sobre su vida o sobre algo que hacen o dicen.
Esta tendencia a que hoy algo es tendencia y mañana está olvidado, nos lleva a un ritmo tan rápido que se ha perdido contrastar antes de hablar, preguntar antes de simplemente opinar, entender antes de sentenciar y ante todo, analizar las cosas.
Me preocupa no solo la falta de compresión lectora que veo cada día entre esta generación, que ha crecido con lo audiovisual como norma, sino la falta de interés por ahondar en las cosas, por tomarse el tiempo de entenderlas, de buscar referencias, de investigar.
Todo es un tema de tiempo creo. De que vamos tan rápido como rápido va nuestro dedo sobre la pantalla y no permitimos a nuestro cerebro desarrollar una capacidad de entendimiento y de asimilar lo que ve, es todo aquí, ahora y a por lo siguiente.
Ese bombardeo constante de fuentes, de estimulaciones hace que ir despacio, ser capaces de parar y entender, no sea prioridad.
Y eso se une al que hay que formar parte de la conversación y que es mejor decir algo que quedarse callado.
Y creo sinceramente que escuchar, observar, interiorizar es la mejor manera de crecer, de nutrirse y sobre todo de ser capaz de aportar. Porque dice una canción que si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir.