Por la reapertura escolar

Por la reapertura escolar

Por la reapertura escolar

Federico Alberto Cuello Camilo

En Alemania, Bélgica y Francia, los niños asisten diariamente a sus colegios. Padres y profesores portan obligatoriamente mascarillas. Todos usan desinfectante de manos a la entrada y durante la jornada.

Raros han sido los brotes de COVID-19 en sus colegios (https://text.npr.org/934153674). Cuando han surgido, sólo guardan cuarentena los profesores y compañeros de curso del infectado. El resto de la escuela continúa funcionando.

Pese a contar con un amplia clase media, cobertura universal del Internet y uso generalizado de ordenadores, tabletas y celulares, para esos países todavía la educación a distancia carece de contenidos y de medios para llegar a todos los estudiantes por igual.

Por eso mantienen abiertas sus escuelas, dando a sus alumnos seguridad adecuada y nutrición suficiente.
Sin educación, ningún país de América Latina y el Caribe podrá erradicar la pobreza ni mucho menos reducir la desigualdad.

Nuestra región sigue siendo la más desigual del mundo. Pero hasta ahora las tendencias iban en el sentido correcto.

Tanto la pobreza, como la desigualdad disminuían al tiempo que más estudiantes iban a la escuela y se graduaban. (https://www.worldbank.org/en/topic/poverty/lac-equity-lab1).
El COVID-19 puso freno a esas tendencias. Los gobiernos de la región llevan 29 semanas con las clases suspendidas, más que ninguna otra región del mundo (https://es.unesco.org/gem-report/).

Más temprano que tarde se podrán evaluar las consecuencias para el desempeño comparativo de la región frente al resto del mundo.

Porque mientras en otras regiones se sigue estudiando, en la nuestra los estudiantes pierden capacidad de lectura y escritura.

Hacinados en casas pequeñas con débiles señales e insuficientes medios digitales — por lo general un solo celular para toda la familia — es poco lo que pueden esperar de la educación a distancia.

La evidencia reportada por la UNESCO es clara: por el cierre de las escuelas desde que comenzó la pandemia, más niños y adolescentes abandonan las escuelas, sufren de violencia doméstica o caen en la delincuencia.

(https://news.un.org/en/story/2020/12/1080732).
Aumentan, además los embarazos prematuros y el matrimonio infantil. Porque las escuelas son a la vez fuente del saber y refugio contra el abuso en el hogar.

El organismo advierte que “son los más pobres y vulnerables los que más sufren cuando las escuelas cierran”, abogando “por la continuidad del aprendizaje y la apertura segura de las escuelas”. De continuar cerradas, “el derecho a la educación quedaría amenazado”.

¿Y qué decir de la presión sobre las madres, quienes se debaten entre trabajar y dejar solos a sus hijos en casa o renunciar y supervisar a duras penas sus estudios a distancia?
Si el contagio no aumenta por tener abiertas las escuelas, ¿cómo justificar en la región que todavía estén cerradas?

No debiera esperarse un día más para reabrir las escuelas y así revertir la involución a la que está sometida la región.



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