Rafael Molina Morillo, director de El Día
Se han repetido, casi como un clamor, las reiteradas peticiones populares para que determinadas dependencias oficiales sean clausuradas porque no rinden ningún beneficio a la nación y solo existen como antros de corrupción.
La ya famosa Oisoe encabeza la lista de entidades que, según los indignados ciudadanos, deben desaparecer, así como el Inespre, Corde y otras más, sin olvidar los ministerios de la Juventud y de la Mujer, y hasta el propio Congreso Nacional.
Por otra parte nos tropezamos con muchas ramificaciones del Estado llamadas a brindar servicios públicos, pero que ponen tantos obstáculos y papeleos a los usuarios que, a la postre, convierten cualquier simple diligencia ante la administración pública en un calvario.
Para corregir estas deficiencias, propongo que, en vez de clausurar las oficinas que solo sirven para enriquecer a unos cuantos, sean creados dos nuevos ministerios para facilitar el buen desenvolvimiento del Estado.
El primero sería el Ministerio de la Corrupción, para facilitar los robos en perjuicio de la nación (con su correpondiente Viceministerio de la Impunidad); y el segundo sería el Ministerio de la Burocracia, que vendría a ser una gran fuente de trabajo para todos aquellos que no saben hacer nada, pero a quienes se deben viejos favores políticos.
Total, si ya el Gobierno cuenta con más de veinte ministerios, ¿qué significan dos más?
