La Junta Central Electoral, como órgano autorizado del Estado, estableció oportunamente un plazo más que prudente para que quienes no hubieren actualizado sus cédulas de identidad lo hicieran pronto, so pena de quedarse sin votar en la próxima jornada electoral.
No pocos morosos se descuidaron, pensando quizá que esta vez ocurriría lo de siempre, o sea que al vencerse el plazo se concedería una prórroga, convirtiendo en un relajo las disposiciones de la Junta Central Electoral. El plazo se venció el pasado día 15.
Y ¿qué hizo la Junta? ¡Bingo! Prorrogó el plazo, fiel a la mala costumbre institucional imperante en este país de las cosas mal hechas.
Quien esto escribe, que días antes había asegurado a un grupo de contertulios que la Junta era un organismo muy serio, respetuoso de sus propias normas, ha quedado con la cara larga. Está bueno que me pase.
Pero eso sí: de ahora en adelante, cada vez que se establezca un plazo para cualquier cosa, lo dejaré vencer antes de hacerle caso.
También he aprendido, de paso, que si los partidos políticos les piden a los miembros de la Junta Central Electoral que se tiren de cabeza desde la punta del Obelisco, seguro que lo harán, porque estos han demostrado que son capaces de complacerlos en todo lo que les pidan. Por cosas como esa, estamos como estamos.