No es incierto que debemos abrir los ojos y estar más atentos de lo usual. Existen, como siempre en la vida pública y en nuestros asuntos particulares, asomos y pretensiones de ruptura, conductas insanas y malignas.
El compromiso fundamental de cada ser humano es con la patria. Con nuestros héroes y fundadores históricos. Con la institucionalidad. Y en ese contexto no puede haber ceguera, ni tolerancia, porque son tiempos en que sectores conocidos pretenden imponer situaciones nebulosas que conspiran contra los fines colectivos.
La apropiación abierta o sutil del tesoro público resulta una tentación perenne e inocultable. Estos son tiempos paradójicos en los que caen las máscaras y, tras éstas, se revela la degradación.
Es preciso que quienes poseen la entereza para desnudar los fantasmas del desafuero y la perversidad en incansable acechanza asuman su deber.
En momentos muy graves, las circunstancias, nacidas de la oscuridad, se vierten en obstáculos cada vez más atrevidos. Gente descalificada del pasado mueve los hilos hacia el trastorno y el desconcierto.
Solo que somos herederos del caos generado por una pandemia que provocó daños incalculables.
Y de los fatídicos gobiernos previos. Es una ilusión creer que ya todo ha transcurrido cuando los protagonistas del desastre aún se encuentran en disposición de causar daños mayores. Con sobrada frecuencia se dejan sentir. No han desaparecido.
La patria está de por medio y es preciso esforzarse para impedir que la adversidad y el desconcierto permitan a los mismos sectores aviesos asumir un protagonismo que persigue abatir los esfuerzos por sanarla. Su laborantismo es sutil, perverso, peligroso.
La fórmula correcta es seguir enfrentando los males históricos y emergentes a consecuencia de una realidad universal de confrontación, degradación y desconcierto que se extiende por todas direcciones.
Lo idóneo es revelar los males y enfrentarlos sin tregua.
Una advertencia nos viene del hecho de que el país será gravemente afectado por la crisis climática. Y los adelantos de que se van a producir “erosión en nuestras costas, aumento del nivel del mar y amenazas a la biodiversidad” (Paíno Henríquez).
Precisa concentrar esfuerzos para “proteger las aguas, ampliar la capacidad boscosa y lograr la meta de que el treinta por ciento del país sea un área protegida” (Listín Diario).
La frontera sigue siendo un asunto crítico como la compleja migración haitiana. De acuerdo a un experto la suma de males de la situación “requiere la intervención presidencial que debe ser firme, comprometida y respaldada por medidas concretas que incluyan la supervisión constante y la aplicación de acciones ejemplares a quienes infringen la ley”.
Al decir de Homero Lajara Solá “esta situación supone el paso fronterizo fácil de los inmigrantes ilegales, armas, delincuentes, terroristas, todo lo cual pone en riesgo la seguridad nacional”.
Sobran los problemas: “Precio de la gasolina en RD es el tercero más caro en la región” (Diario Libre). San Pedro de Macorís “atraviesa por una profunda escasez de agua potable”. “Entidades exigen detener humareda barcazas Azua” (Hoy).