Una importante parte de la juventud dominicana se ha caracterizado por vivir de espalda a los temas de interés nacional y se ha creado la falsa idea de que nada que esté fuera de su entorno inmediato le importa.
La generación más reciente poco habla de política porque poco le interesa; sobre temas del momento es poco lo que tienen que decir, a no ser que se trate de un artista, modelo, influencer, película, serie o el último teléfono móvil.
Partiendo de ese comportamiento es que surgen muchas de las críticas que se les hacen a los jóvenes, un segmento social que representa un alto porcentaje de la sociedad, pero que no ha sabido capitalizar su fuerza para plantarse a demandar derechos y espacios que nunca ha tenido.
Sin embargo, esa masa silente, es la más codiciada por todos los que aspiran a dirigir cargos de elección, pero sobre todo los candidatos a presidentes que tienen alcance a un universo más amplio.
Durante años, la juventud ha sido el blanco de los demagógicos discursos de campañas de todos los políticos del país, quienes una vez logran su objetivo, ser electos, poco o nada es lo que hacen para tomar en cuenta a esa parte de la población que tiene que cargar sobre sus hombros con muchos de los males que afectan a la sociedad. ¿Por qué digo esto? Porque con frecuencia escuchamos frases como “esta juventud está perdida, este país no tiene futuro, esta es una generación perdida”, etc.
A mi entender, hay cosas que los que no son tan jóvenes no han comprendido. Por ejemplo: mis padres no pueden pretender que a mí me tiene que gustar la música que ellos escuchaban desde antes de yo nacer, mi papá no puede sentirse mal porque yo utilice ropas muy diferentes a las que él se pone, ni mis profesores pueden criticarme porque mi lenguaje sea diferente al de ellos. Esto no significa que se vea bien que utilice pantalones a la mitad de las nalgas, que escuche músicas con letras inadecuadas o que me exprese con palabras fuera de lugar.
En fin, antes de andar diciendo cosas negativas de los jóvenes, deberíamos entender que nuestros hijos no están obligados a tener los mismos gustos que nosotros, que si mi hijo escucha un tipo de música que a mí no me gusta, yo no debo sentirme mal ni preocupado, sobre todo si él no le hace daño a nadie con eso…