Es clara la necesidad de reducir el hipertrofiado Estado dominicano. La población —distinto al concepto impersonal de “la economía”— no merece cargar con tantos costos por servicios mayormente deficientes o para mantener burocracias innecesarias.
Cuando fue anunciado por el Gobierno hace meses, su maquinaria propagandística generó muchas opiniones a favor de unificar los ministerios de Educación (Minerd) y Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt) para reducir gastos públicos.
Ahora el pataleo y la politiquería han logrado algo impensable, pero esperanzador: la unión del infame sindicato de maestros ADP y EDUCA, la principal institución privada dedicada a promover mejoras en la instrucción pública. Ambos rechazan esa unificación. Los apoya un partiducho izquierdista, Frente Amplio, que en las elecciones de 2024 alcanzó menos votos que asientos de bleacher en un estadio chiquito: 6,255 o un 0.14 % de los sufragios.
Las tres desiguales entidades coinciden al quejarse de que desconocen cuáles análisis o proyecciones de economías y eficiencias justifican confundir ambos ministerios. La ADP además teme que parte de los fondos del famoso 4 % asignado a educación básica y media sea desviado a universidades subsidiadas y a la UASD. Tienen razón en temer eso.
En el caso de la ADP no por motivos honestos como defender una mejor instrucción pública preuniversitaria, sino por su control espurio de buena parte de ese dinero.
En países con excelente educación universitaria pública y privada, su supervisión está mayormente a cargo de entidades de afiliación voluntaria que certifican y publican rangos de la calidad; el Gobierno financia personalmente a los estudiantes en vez de regalar dinero a universidades malas.
¿Funcionaría eso aquí? Hay que ver. Pero es un milagro que la ADP, EDUCA y el insignificante Frente Amplio se unan y coincidan en algo, aun sea con sólo un chincito de razón.