El gobierno haitiano se esfuerza en sensibilizar a la comunidad internacional acerca de una eventual catástrofe humanitaria con la repatriación de sus nacionales. Recurre, en realidad, al sentimiento de culpa de Occidente para mover el populismo de los Estados.
El gobierno dominicano, ante las iniciativas haitianas en el vecindario de países, se inclina por la sensibilización de la opinión nacional. Busca, en realidad, atraerse a la población hacia sus posiciones y esto, a la corta lo lleva al populismo y a la larga alimentará el nacionalismo en la población, populismo peligroso.
Desde la irrupción de Hostos en la vida dominicana las relaciones dominico—haitianas empezaron a ser otras; esto debido a la transformación generada por el maestro en la conciencia.
En el plano del poder, esta diferenciación asomó en el gobierno de Ramón Cáceres y quedó sellada en todos los planos durante la dictadura de Trujillo.
La guerra por la independencia de Cuba, iniciada en 1868, y la administración de Lilís sentaron las bases materiales de la separación de los dos países.
La ocupación de Haití de 1915 a 1934 y la de República Dominicana de 1916 a 1924 permitió a Estados Unidos tomarles la medida a ambos países. Desde entonces Santo Domingo ha demostrado ser el más flexible, ambicioso y vital, se siente parte del Occidente.
Para el mundo, somos ante Haití, para bien o para mal, el fuerte. Y lo peor, nosotros acaso nos sentimos empujados a vivir la relación desde este punto de vista.
Peor aún, el mundo puede estar mirándonos de esta manera, y como Haití mendiga la intervención internacional en su trato con el vecino, de la tal intervención nos tocará, si se produce, la de jodernos.
Hemos venido a ser dos pueblos diferentes por razones históricas, pero no es posible que vivamos al margen uno del otro. Los recursos naturales son los mismos, y los recursos humanos, se moverán a donde estén las condiciones para el alivio de las necesidades o para la realización.
Ahora nos toca lidiar con populismos puestos en movimiento a uno y otro lado de la frontera. La hora de la reflexión suena como las campanas de la basílica de Higüey el día de su inauguración. Seamos fuertes, pero inteligentes y flexibles.