Una de las propuestas más socorridas de la ciencias políticas en tiempo de elecciones es acudir al populismo, aquella creencia de que la sociedad está dividida en dos grupos fundamentales: uno la elite gobernante, económica o cultural, y el otro el del verdadero pueblo.
Tal estrategia parece ser la que yace detrás del reclamo por parte de algunas voces que aprovechando las necesidades económicas creadas por la presente pandemia y toque de queda, reclaman que se le devuelva a los aportantes de sus planes de pensiones de capitalización individual el 30% de sus saldos acumulados.
Esta posición, iniciada por algunos legisladores y políticos, apela al desconocimiento ciudadano del sistema y a las necesidades económicas individuales, para seducir y presionar una modificación sustancial del régimen previsional, lo cual a su vez solo beneficiaría a una minoría de la población, dejando a las mayorías desamparadas. Retirar una parte de los fondos acumulados para futuras pensiones seria como cortarle a un árbol sus ramos sin que aun hubiese dado sus frutos.
Y peor aún, no hay ninguna mención de los sistemas de pensiones privilegiados creados en beneficio de congresistas y otros grupos de servidores públicos, ni tampoco una voluntad de renunciar a los mismos y acogerse a los planes que amparan al común de los ciudadanos.
Es fácil reclamar en casa ajena cuando no sé está dispuesto a corregir primero la propia.
Por igual, los que apoyan este mecanismo, apuestan que conviene poner al estado en apuros y suscitarnos a todos grandes pérdidas al obligar al sistema previsional deshacerse a destiempo de partes de sus carteras de inversiones, cuya mayoría reposan en títulos con garantías del propio estado.
Toda una mezcla de activismo político en tiempos en que la salud y el bienestar general de todos debe primar, en procura de simpatías de votantes al querer declarase como defensores del interés popular. El cuento clásico del lobo disfrazado de cordero.