Vivimos en la actualidad el primer capítulo de una larga novela llamada torneo electoral. A diario somos asediados, por todos los medios de comunicación, por los representantes y los propios aspirantes a ser escogidos por su partido político como candidatos en las elecciones del próximo 17 de mayo.
Las comunicaciones se concentran en todas las virtudes personales e institucionales cual concurso de popularidad.
Pero hay un aspecto muy superior a la venta de imagen o compra de simpatías, y esto es qué nos ofrecen dichos aspirantes, así como sus aportes a las soluciones de los grandes problemas y desafíos que enfrenta la nación. Poco o nada se dice al respecto.
Uno se pregunta, ¿qué acciones específicas propone cada cual al acuciante problema presupuestario que enfrenta la nación? Y no nos referimos exclusivamente al déficit fiscal y la necesaria de reforma, sino al gasto público, en un Estado con nóminas hipertrofiadas, amén de un inefectivo programa de subsidios sociales que, más que liberar de la pobreza, ha constituido una dependencia permanente de las ayudas públicas.
Mucho quisiera saber la ciudadanía con qué planes los diferentes aspirantes esperan resolver el talón de Aquiles de la economía dominicana: el sector eléctrico. No es tan solo un tema de seguir modificando la matriz eléctrica, sino quién o quiénes están dispuestos a gastar capital político al detener el robo y la ineficiencia de las distribuidoras, sincerar la tarifa, o enfrentar las evasiones, aun en los llamados barrios populares.
Y al preguntarnos qué soluciones proponen los que aspiran el voto popular no nos quedamos solo en lo económico. Vale saber con qué programas de trabajo aspiran a mejorar la calidad de la educación, base de todo desarrollo. ¿Hay voluntad de enfrentar a los maestros a cambio de una nación mejor preparada?
Y así con muchos otros desafíos, de manera que los ciudadanos puedan ejercer un voto consciente, y no como respuesta a un concurso de popularidad.