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¿Políticos? Peores que enemigos

Si algo hay que caracteriza a casi todos los políticos dominicanos, la grandeza -desde luego- no es; ni siquiera es la corrupción, aún siendo visibles sus huellas fugitivas; es la mediocridad -su común denominador- la que, en verdad, los distingue.

Al reinventarle una y otra vez la improvisación como método de solución a sus problemas, el país queda condenado a vivir una existencia sin relieve. Y así será, mientras la ignorancia y la dejadez sigan entorpeciendo un cambio en el modelo de producción que le permita a nuestra economía equilibrar el peso de los sectores de servicio, de la construcción y de la agricultura, con los de la ciencia, la tecnología e innovación.

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Tener otros objetivos en la cabeza y no el interés en que evolucionemos como sociedad explica el porqué el Gobierno no ha procurado una buena parte de los millones de europeos desempleados que incluye científicos, profesionales, técnicos y obreros de todo tipo todavía disponibles.

Igual de insólito ha sido no acercarse a la comunidad BRICS y al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII), sobre todo en un momento en que el país es objeto de extorsión y chantajes permanentes con amenazas de sanciones y de intervención militar.

Y aunque lo intenten, no pueden esconder que la falta de sentido de Estado de nuestros más que frágiles gobiernos y su nula visión frente a asuntos que no tengan que ver con los beneficios estrictamente electorales, queden plasmados en más de cinco décadas de negligencias e irresponsabilidades agravadas por los daños adicionales ocasionados por el robo y las impunidades.

Mientras tanto, el país continúa franqueado por una política de bandazos en un viaje a ninguna parte, llevado por individuos de poco y bajo vuelo con tendencia a arrodillarse a velocidad estroboscópica ante el primer bocón que amenace con acercarse.

Fieras insaciables en su apogeo, pero incluyen en su maleta el gen de mutación instantánea a cachorritos tiernos para cuando les toque el vuelo de su caída; personajes que, en la medida que reflejan sus limitaciones, su falta de agallas, su baja autoestima, su carencia de visión, su poco apego por su país, sus desviaciones y la dimensión de farsa de su ocupación, quedan en el fango como gentuza que el futuro no reconoce como de los suyos.

Para mayor desgracia, esta tierra se ve estremecida al tener que leer ahora su propia historia al revés y tiembla hoy al verse convertida en un campo abarrotado de ilegales analfabetos, vectores del vudú y de otras costumbres primitivas, debido al accionar de este gobierno y al patriciado del PLD, empeñados en que lleguemos de rodillas al bicentenario de nuestra independencia, lo que constituye -a mi modo de ver- la manera más perversa de humillar 172 años de historia republicana.

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