Lideres políticos en su afán de despertar credibilidad y conseguir más votos, más seguidores, se están acercando a las iglesias como si ellas fueran partidos políticos; pretenden entrar en la mente de los feligreses más débiles, conceptualizando, esgrimiendo a Dios, retorciendo los mandatos divinos.
En esta etapa, en que, por fin, se está fortaleciendo el sistema judicial, se está desarrollando la corrupción de décadas, justo ahora, se escuchan líderes políticos recordar con vehemencia, que “sólo Dios es perfecto”, como queriendo justificar sus acciones y más aún, les están prometiendo a las iglesias “darles mejores ayudas, cuando vuelvan al poder”.
Lo que más confunde es que al mismo tiempo, “pastores evangélicos” les estén entregando a líderes políticos “reconocimientos por sus esfuerzos, en sus gestiones gubernamentales, para apoyar a las iglesias cristianas”, sin explicar en qué consistieron, mientras otros enfatizan, “sólo Dios es perfecto”. Este acercamiento, ¿persigue arroparlos con su manto cristiano, ahora que están en campaña política y se desempolvan casos de corrupción? ¿Por qué no hicieron esos reconocimientos años atrás, destacando lo positivo del gesto?
Las iglesias no deben confundir, privilegiando; cada feligrés, por el sólo hecho de buscar el mejor camino, de compartir, respetar y amar al prójimo con lo poco o mucho que aporte, debe ser reconocido, calladamente, con un abrazo de afectos. Los gobernantes de las naciones están en el deber de facilitar el buen accionar de todas las instituciones, incluyendo las religiosas; para eso son sus presidentes. Las iglesias no deben responder como negocios, entregando reconocimientos por cualquier ayuda.
A mi juicio, la mejor forma de un gobernante contribuir al cumplimiento de la misión de las iglesias cristianas, es predicando con el ejemplo, con su vida personal, familiar, con todo su accionar; que sus fundaciones ayuden, no sólo a ricos sino también a pobres.
Los pastores de las iglesias no sólo deben recordar que el único perfecto es Dios, deben invitar a imitarlo, seguirlo; deben recordar que su hijo, Jesús, nació en un pesebre, vivió humilde, sin lujos; sus palabras y acciones han invadido la humanidad, llevando el tesoro más valioso: paz espiritual; eso deberían decirlo los líderes y practicarlo.
Las iglesias no deben darle reconocimiento a un gobernante porque cumplió con su deber; son muchos los parroquianos que sin riquezas ni poder contribuyen a que ellas cumplan con su misión y merecen ser reconocidos; preocupa que enaltezcan a quienes dan bienes materiales, sin destacar los espirituales.
El mejor legado que un gobernante le puede dar a la nación es fomentar la justicia social, igualdad, paz. Si lo hace, sigue el mandato divino.
De ahí que los políticos no deben allantar, usando a Dios, en su afán de promover y proteger su liderazgo; repitiendo hoy, como slogan de campaña, “sólo Dios es perfecto”, para justificar sus planificadas indelicadezas. Cuidado con los mensajes que pretenden enviar; Dios observa y cuando el allantoso cree que con el apoyo de pastores va subiendo al cielo, se derrumba la escalera.