Políticas públicas y leyes para el desarrollo

Políticas públicas y leyes para el desarrollo

Políticas públicas y leyes para el desarrollo

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Hace ya muchos años, los dominicanos entendimos que las leyes no sirven sólo para condicionar las conductas humanas, sino también para trazar, a grandes rasgos, las políticas públicas que el Estado implementará a largo plazo.

Aunque no es el primer ejemplo, la consagración de esta forma de entender la actividad legislativa fue la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, que plasmó una visión integral de las políticas públicas que debe seguir el país por décadas y que sirve de contexto a la discusión y firma de pactos intersectoriales, tales como el eléctrico y el fiscal.

Justo antes, el constituyente de 2010 también tomó decisiones en ese sentido al establecer en la Constitución las estrategias de desarrollo, el Consejo Económico y Social y el plan nacional plurianual.

Tomando lo anterior en cuenta, es importante que el Estado dominicano, especialmente los poderes Ejecutivo y Legislativo, actúen de acuerdo con una visión de largo plazo, evitando improvisaciones que pongan en juego la planificación y concertación que preceden a la legalización de estas políticas públicas.

No se trata, obviamente, de estar todos de acuerdo con las decisiones que toma el Congreso cuando concreta en la ley políticas y planes de desarrollo; la unanimidad es incompatible con la democracia.

Pero sí se trata de que todos los actores del sistema asuman con responsabilidad las herramientas que la Constitución pone en sus manos. La continuidad o desaparición de una política de desarrollo debe ser fruto de una discusión franca y abierta respecto de su utilidad, no de tropezones o maniobras de último momento en un sentido u otro.

Las democracias son proyectos colectivos que requieren ser asumidos como tales. Lo contrario erosiona poco a poco los lazos que la mantienen unida y, por vía de consecuencia, atenta contra su sostenibilidad en el tiempo.

Por ello, es necesario que estas herramientas se manejen con sumo cuidado, sin permitir que se conviertan en simples instrumentos para avanzar propósitos distintos a los que el constituyente ha querido para ellas.