Hojeando -y ojeando- uno de dos libros publicados por el amigo Heriberto Morrison,“ Política Deportiva Pública y Asocianismo» me encuentro con un pasaje que considero interesante.
Dice «el Estado sigue siendo auténtico motor de avance deportivo para lo que requiere la estrecha colaboración de las organizaciones deportivas no gubernamentales financiadas con fondos públicos”.
Y sigue, “la cartera deportiva tiene plena potestad y responsabilidad de administrar los fondos públicos entre las distintas vertientes de manera equilibrada con criterio de racionalidad y prudencia y por ello llama la atención el surgimiento de un diferendo por asuntos económicos entre la dirigencia olimpica y el Ministerio de Deportes”.
Lógicamente, por ello, hace rato que el movimiento olímpico nacional fue acallado, prácticamente arrodillado.
Así, favorezco que algún día la cúpula olímpica y los jefes de federaciones tengan independencia económica personal, al margen de los gobiernos, para que por lo menos puedan ejercer el sagrado derecho a la protesta. ¡Sueña, Pilarín! (autora Abigail Mejía)