Parece que hay agentes de la Policía Nacional y de la Autoridad Metropolitana del Transporte que quieren adquirir notoriedad o desahogar su ineptitud maltratando a ciudadanos indefensos e inocentes, en la mayoría de los casos, y eso acrecienta el repudio que tiene la ciudadanía hacia los cuerpos armados.
Cada día somos testigos a través de las redes y los medios tradicionales de episodios en que algún uniformado maltrata a un civil, e incluso entre ellos protagonizan escenas de violencia.
Gracias al deseo de llamar la atención que tiene mucha gente mediante la colocación de videos e imágenes en las redes sociales, muchos casos de abusos policiales son conocidos en el país y el mundo.
Son cosas que pasan a cada momento sin que ninguna autoridad ponga un final. Donde viven los hijos de “Machepa”, en los barrios, hay agentes de la Policía que se creen “ley, batuta y Constitución”, porque piensan que pueden hacer lo que quieran, y cuidado con quien les refute, porque los tiene de enemigos.
Lo que hizo el abusador cobarde de Cristo Rey y la patrulla de Santiago son muestras de cómo los policías imponen sus abusos en los barrios y eso no merece que la institución tome medidas para corregirlo, como siempre lo ha hecho. Ese y todos los abusos ameritan que esos salvajes, lamentablemente figuras admiradas y protegidas por los superiores, sean separados de las filas y no trasladados como siempre ocurre.
¿Qué pudiera alegar ese oficial que le propinó esa paliza a esa joven en Cristo Rey? ¿O cuál sería su reacción o la de quienes lo defienden si alguien le hace lo mismo a uno de sus hijos?
Si sumamos los atropellos de agentes de la Policía y de la Amet a la indignación de la población por los temas de la corrupción e impunidad que involucran a los políticos, el resultado será una acumulación de iras que en algún momento va a estallar de mala manera, y no habrá quien haga entrar en razón a un pueblo enfurecido y cansado de tantos abusos de poder.
Los policías y los políticos posiblemente estén entre las tres clases más odiadas o criticadas por la ciudadanía y para algunos parece no importar que esa imagen negativa que los envuelve a todos en el mismo saco cambie.
El pasmo a tiempo tiene cura, dicen los más viejitos. Eviten seguir provocando al pueblo, entiendan que la cosa no es como antes. Todavía estamos a tiempo.