Los desplantes de Putin y otros líderes al dictador venezolano Nicolás Maduro en la reunión de los países BRICS muestran como hasta sus colegas rehúsan contemporizar con sus delirios.
Recientemente comenté que los socios regionales de Maduro lucen como onagros, burros salvajes asiáticos con patas rayadas, indomesticables y en vías de extinción.
Ni pintándole rayas, ningún burro se vuelve cebra, dije al referirme al triunfo opositor hace meses en Venezuela y el desconocimiento de la voluntad popular.
Reacciones de políticos locales han confirmado sus manchas, como ocelotes o guineas. Leonel desperdició la oportunidad para recomponer su abollado prestigio; prefirió agradecer al chavismo sabrá Dios cuáles favores, como sus enllaves Samper y Zapatero.
Peor, por ridículo, fue Narciso Isa Conde, que llamó al presidente Abinader “gobernador de colonia”, pero elogia a Maduro, Ortega y Díaz Canel, dictadores sin legitimidad democrática.
La diplomacia de Abinader y el canciller Álvarez, basada en principios de legalidad, respeto a derechos y cumplimiento de obligaciones, deja al desnudo la pobreza argumental e ideológica de la oposición. Ni Putin defiende a Maduro como Leonel y Narciso.