Poder y tecnología del dominio

Poder y tecnología del dominio

Poder y tecnología del dominio

José Mármol

Una tecnología del dominio, que asocia por génesis los factores poder y saber, no es posible sino sobre una base que comprenda como indisolublemente ligadas las relaciones de producción y las relaciones de poder.

Dentro del espectro de las relaciones de poder, Michel Foucault (Historia de la sexualidad, 1979) establece que deben ser tratados cinco aspectos: a) Ejercicio multifocal del poder; b) inmanencia ante otros tipos de relaciones; c) procedencia del poder; d) intencionalidad y asubjetividad en las relaciones de poder, y e) puntos de resistencia ante el poder.

Pensar el poder desde esa óptica exige comprenderlo como ese algo que penetra los cuerpos, se inserta en los gestos y actitudes de los individuos y en toda su praxis cotidiana.

No es un conjunto de instituciones y aparatos; no es un sistema global de dominación ejercida por un sujeto o grupo de sujetos sobre otro u otros; no es un instrumento, es algo más complicado, más difuso que un conjunto de leyes o un órgano de Estado.

Poder significa multiplicidad de relaciones de fuerza, juego de luchas que inciden sobre los estados de fuerza, el con junto de estrategias que se expresa por medio de los discursos jurídico-políticos.

Los estados de poder son el producto de la situación de desequilibrio y desigualdad en las relaciones de fuerza; por ello son siempre atópicos e inestables.

El punto a indica que el poder no es un bien que se posee, sino un ejercicio que se logra a partir de múltiples e in finitas relaciones que no tienen topografía estable ni naturaleza igualitaria.

El punto b acentúa la idea de que las relaciones de poder no se sitúan externamente con relación a otros mecanismos y relaciones.

Que se articulan con los procesos económicos, cognitivos, axiológicos, con todos los procesos ordinarios de la sociedad. Las relaciones de poder no se hayan en posición de superestructura, con un simple rol prohibitivo o preconductivo, sino que donde actúan desempeñan un papel generador de acontecimientos.

El punto c, por su parte, explica el poder como algo que viene de abajo. No es resultado de una oposición cerrada dominadores/dominados, en la que sólo los primeros irradian poder. Se efectúa una reciprocidad de arriba abajo y viceversa.

Piénsese, por ejemplo, en la variabilidad de resultados, reivindicaciones anuladas, conseguidas a medias o conquistadas, que los movimientos sociales de los últimos tiempos han arrojado sin que faltara, en ocasiones, el indicador de desigualdad de fuerzas ejercida por la violencia estatal.

El punto d define las relaciones de poder como intencionales y no subjetivas. Todo poder se ejerce a raíz de un haz de estrategias y objetivos, sin que se presente como resultado de una decisión individual.

El conjunto de la red de poderes que integran la sociedad moderna no es totalmente administrable por ningún grupo o individuo.

Se controlan dispositivos, nada más. Los dispositivos, antes que instrumentos administrativos, son el volumen, la densidad de un conjunto de relaciones inmanentes de poder.

También los dominadores o administradores son dominados y administrados.
El punto e indica que todo poder genera resistencia. A la red de poder le es inherente una gama amplia de puntos de resistencia.

En las sociedades contemporáneas, tanto las estratificaciones sociales como las fragmentaciones individuales configuran el enjambre de puntos de resistencia que se colocan frente a las relaciones de poder: son expresión viva de la relativización del poder-saber.

La sociedad moderna es un espacio fértil para las relaciones de fuerzas, en el que se producen efectos locales y globales de dominación, pero nunca completamente estables.
Así lo escribí en 1984. Así lo veo hoy, aunque incluiría la perspectiva del factor digital.



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