En todas las latitudes hay millones de personas con problemas de salud que se pasan más de la mitad de su existencia bajo un régimen de consumo –día tras día- de uno o más medicamentos. También suman millones quienes llevan cinco, diez, veinte y otros tantos años bajo esa situación.
Cada hora, cada día, colosales fortunas suman los gastos globales de esa inmensa, casi infinita, población de pacientes. Y lo triste de todo es que, en un alto porcentaje, la muerte los sorprende en medio del tratamiento que llevan.
Al nivel mundial, la industria farmacéutica constituye un poder abismal. Las grandes corporaciones de procesadoras de medicamentos cada vez más incrementan sus fortunas a costa de una población siempre dependiente de los fármacos. Aparte de que se suelen dar agresivas competencias en la defensa de marcas de productos.
Pacientes de cáncer, diabetes, hipertensión, rinitis alérgica, resfriado común, somnolencia, sinusitis y otras tienen que dedicar gran parte de sus ingresos a costear medicinas que les haya indicado su facultativo, en su mayoría aún disponiendo de un seguro médico.
La aparición de la pandemia del Covid-19 complicó aún más la situación. Cientos de millones de personas en todo el mundo estuvieron y han estado en riesgo de contagiarse con el temible virus, cuyos primeros casos se reportaron en China, en diciembre de 2019.
La vacuna anti-Covid ha provocado un salto súper espectacular en cuanto a ingresos de recursos económicos para empresas procesadoras de medicinas, casos de Pfizer, Astrazeneca, Moderna, Johnson and Johnson.
Según datos de la agencia EFE, las grandes farmacéuticas internacionales involucradas en la producción de la vacuna contra el Covid-19 ganaron en conjunto 24, 522 millones de euros en el primer semestre de 2021, un aumento de 66% en comparación con el año 2020.
Richard Anderson escribió en BBC News en noviembre de 2014 que las empresas farmacéuticas han desarrollado una amplia gama de medicinas conocidas por toda la humanidad, pero se han lucrado enormememente al hacerlo, y no siempre bajo parámetros legítimos”.
En el período 2000 a 2018, 35 grandes compañías farmacéuticas reportaron ingresos acumulados de US$11.5 billones, ganancias brutas de US$8.6 billones.
La competencia -que puede darse por distintos motivos- en ocasiones puede convertirse en una lucha feroz e implacable entre firmas fabricantes de medicamentos que envuelven miles de millones de dólares y que destinan su producción a enormes conglomerados a nivel mundial.
La industria mundial de las medicinas es considerada un oligopolio, que se define como la situación del mercado en la que el número de vendedores es muy reducido, de manera que controlan y acaparan las ventas de determinados productos.
Manuel M. Collazo Herrera, médico cubano experto en economía farmacéutica e investigador, en un artículo en la revista Cubana de Farmacia, explica que 25 empresas controlan cerca del 50 % del mercado mundial de medicamentos, con ventas de 170 mil millones de dólares en el orbe.
Advierte que el sector farmacéutico se encuentra en continuo crecimiento, caracterizado por una competencia oligopólica basada en la dependencia de los productos.
Fernando Arancón, en un reporte titulado “El poder de la industria farmacéutica”, publicado en 2013 en la web el ordenmundial.com, refiere que no deja de ser menos cierto que en muchos momentos la industria farmacéutica se ha servido de su poder oligopólico para poner contra las cuerdas a gobiernos e instituciones en situaciones de riesgo sanitario.