Los pobres y la clase media de la República Dominicana atraviesan actualmente una especie de estrés por la incertidumbre de saber cómo les impactará la irreversible reforma fiscal que habrá de aprobarse este año, a fin de satisfacer la necesidad del Gobierno de financiar el Presupuesto General de la Nación.
Lo cierto es que estos sectores poblacionales se encuentran en una situación de apuros y sin perspectivas claras en torno a lo que depara el futuro en términos económicos.
Este panorama se complica aún más ante el reciente señalamiento del Banco Mundial en el sentido de que los motores del excepcional crecimiento de República Dominicana están llegando a su límite debido a la baja productividad en los últimos años, un insuficiente capital humano para atender las necesidades del sector empresarial, posibles desastres relacionados con el cambio climático y distorsiones en mercados claves, incluyendo la asignación poco eficiente de exenciones fiscales.
En la mayoría de los países del mundo, los segmentos poblacionales que integran la denominada clase media son los que dinamizan las economías y contribuyen a la motorización de los planes de desarrollo diseñados por las autoridades gubernamentales.
El accionar de la clase media trasciende, incluso, a lo económico, pasando a lo político, dada su capacidad de hacer opinión pública e influenciar en las masas.
Y ante la volatilidad del poder hoy día, inciden en ciertos actores que pueden crear las condiciones para el desplazamiento de un gobierno determinado. En esencia, se trata de la cotidianidad propia de un mundo globalizado y competitivo.
La existencia de una clase media amplia resulta un indicativo positivo, porque implica, casi siempre, la evidencia de que se ha producido una reducción de la pobreza.
En el caso del país, los años consecutivos de crecimiento económico, sobre todo a partir del año 2005, han posibilitado una ampliación de la clase media.
Sin embargo, en la actualidad ésta se encuentra en apuros y sin perspectivas claras sobre qué sucederá a partir de la aprobación de la reforma fiscal.
Las alzas en los precios de los productos de primera necesidad y de los materiales de construcción, para sólo citar dos renglones, le han puesto la «piña agria» a la clase media dominicana.
Nadie pone en duda que el paquete de reforma fiscal que el Poder Ejecutivo someterá en breve tiempo a consideración del Congreso Nacional significa una carga económica importante.
No se requiere ser un mago prestidigitador para saber eso, en vista de que esta ha sido la tradición en las reformas fiscales aprobadas en el país.
En el año 2018, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo dio a conocer un estudio realizado por el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que se estableció que en el período 2000-2015, los dominicanos lograron mejorar su condición social y económica.
Precisa que el número de pobres se redujo en 787,124 personas y la clase media aumentó en 915,879 personas.
Desafortunadamente esos tiempos de bonanza económica parece que se convertirán en cosa del pasado. Actualmente, el panorama luce distinto.
La clase media dominicana parece atrapada en su propio laberinto. Esta situación, incluso, de alguna manera dificulta el aspiracional de garantizar plenamente una gobernabilidad y la gobernanza en el país a través de la cohesión social.
Exhibir esperanza es lo único que queda al pueblo dominicano. Al fin, dicen que los milagros existen; ya ocurrió en la Boda de Canaán.