Poblar y educar

Poblar y educar

Poblar y educar

Wilfredo Mora

Desde mediado del siglo XX, República Dominicana viene insistiéndose con investigaciones acerca de la demografía nacional. Deberíamos saber más del asunto, dado que existen organizaciones internacionales que llevan a cabo proyectos de desarrollo que pudieran no ser coherentes con nuestra política demográfica o educativa.

Agencias como el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), de Canadá y el Centro de Formación para la Integración Regional (CEFIR), en el Uruguay, estarían ejecutando iniciativas con el objetivo de generar condiciones políticas e institucionales para promover la cooperación de sus países con el desarrollo de la República de Haití.

Similares iniciativas se realizan conjuntamente con países como Argentina, Brasil, Chile y México.

Y estaría la contraparte, todas nuestras Oficinas gubernamentales, Decanatos de universidades y organizaciones dedicadas a la capacitación e investigación de las curvas, tasas y problemas que esa teniendo nuestra población. Para el caso de los datos escolares vinculados a los inmigrantes haitianos, debe de estar en alerta el Instituto Dominicano de Migración, que no nos reporta los proyectos que está llevando a cabo, en algún sector de la integración ligada a la migración haitiana.

Hay, pues, un vacío en la planificación demográfica nacional. Y los gobiernos no se interesan mucho en los registros de población, para impactar en las áreas cruciales del desarrollo.

En 1977 se realizó el Encuentro Nacional sobre la investigación demográfica en el país, evento celebrado en el mes de julio, en el Museo del Hombre Dominicano (MHD).

Allí disertaron verdaderos especialistas que conocen muy bien la realidad dominicana y, por supuesto, el tema central de la demografía, un fenómeno social cuyas implicancias resultan, todavía, muy profundas y amplias, y que tiene una relación directa con la economía, los problemas sociales y culturales; pero, sobre todo, con la educación.

Poblar y educar, dos aspectos que ligan a muchas instituciones. Este problema no está abierto la discusión, mucho menos al medio académico. Y de poder lograrlo, hay que agregarle un nuevo género, o elemento: el fenómeno migratorio haitiano.

El debate empieza por decir que históricamente ha habido deficiencia en las estadísticas de nacimientos en el país. Tradicionalmente esta cuestión se circunscribe a la ineficiencia de los registros de natalidad. Y esa tradición parece continúa siendo deficiente, y se ha extendido a los registros en la educación básica.

Con los problemas de la inmigración haitiana, la ocasión es propicia que se demande al Instituto Dominicano de Migración y se enfoque en esta cuestión: el registro de los inmigrantes haitianos en la escuela básica, palpita de preocupación. A todos nos luce muy muy alto; y el consabido el sub-registro debe ser mayor, exorbitante.

El problema no se limita en el Distrito Nacional, sino en todo el país. Pero, como siempre, no hay cifras.
Estamos enfrentado a la realidad de que el único modo (cristiano y civilizable) que nos toca, en esta América, es poblar nuestra tierra con una migración que no tiene connotaciones positivas.

Y esto no sólo por decir que se trata de una “inmigración” que se aparta del ideal patriótico; es, más bien, para dar sentido a nuestra filosofía pedagógica, o simplemente pensar en la ya empobrecida economía de la nación.



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