Los periodistas juegan un rol estelar en el sistema democrático y son aliados del desarrollo social, económico, político e institucional, pero eso solo ocurre cuando funcionan como entes profesionales que dan claridad, ayudan a entender y contribuyen con la formación de una correcta y crítica opinión pública.
¿Qué significa esto? No me refiero al equilibrismo mecánico de contraponer ideas, creencias, puntos de vista, sino a la capacidad de llegar a conclusiones que iluminan, a partir del contraste justo, desapasionado y holístico de los procesos, reafirmando el carácter de servicio público del periodismo.
Así como es imposible pedir peras al olmo, también lo es esperar virtudes del periodismo corrupto, que todo lo distorsiona, construyendo falsas percepciones, especialmente en los incautos, con frecuencia desde una doble moral, que consiste en proyectar puritanismo falseado como sombrilla de las más inenarrables aberraciones.
La visión tubular en el periodismo -sea por ignorancia, escasa formación, intereses creados o simple ego- no conecta con el papel de agente de cambio basado en la influencia positiva que ha de esperarse de quienes asumen la profesión, para mí la mejor del mundo.
¿Visión tubular? ¿Qué es esto? Se puede explicar de muchas maneras y aplicar a múltiples prácticas que a diario sufrimos: la verdad única, el desprecio a la contradicción, al debate, al punto de vista del tercero afectado, la destrucción de honras a priori, la crucifixión y los juicios sumarios sin pruebas desde las tribunas mediáticas.
La visión tubular en el periodismo es más frecuente de lo que creemos y está mucho más enraizada de lo que imaginamos. La sociedad de la urgencia nos impide las miradas reflexivas ante la alta cantidad de basura, la carga tóxica, irresponsable e indolente de algunos denominados “líderes de opinión” o de “influencers” que se creen inexpugnables.
El fenómeno tampoco excluye a tomadores de decisiones editoriales que, desde la formalidad de sus plataformas, pretenden engañar a la audiencia con medias verdades, escamoteo adrede del dato, ocultamiento de fuentes y piruetas verbales adobadas de mentiras.
El asunto se complica cuando de los advenedizos del periodismo se trata, pues al no contar con el más mínimo criterio ontológico de la profesión, se convierten en sicarios de reputaciones. El día que analicemos a fondo el impacto del periodismo desaprensivo en el desarrollo, la confianza en el país y el derrotero de las políticas públicas -y hasta de la empresa privada- muchos altares caerán.