PISANDO VOLCANES…

PISANDO VOLCANES…

PISANDO VOLCANES…

Algo mucho peor que la ligereza se ha instalado en el Palacio, como si un comité de sabios del averno estuviera allí, quemándose sus pestañas y sus traseros para suprimir del mapamundi a la República Dominicana, o conspirando –quizás– para convertir nuestro futuro en un campo de duelo como destino asegurado.

Y esta sospecha se me hace más convincente porque –desde sus inicios– el actual Gobierno se ha mostrado como un competente generador de coartadas para ignorar los intereses nacionales, por la ya vieja conocida torpeza expresiva del silencio oficial, y porque mantiene vigente una política gallinácea lanzada solo para que alguien desde fuera pueda derribar a su antojo las paredes de nuestra casa.

Sobran detalles de este “Consejo” palaciego que resultan trágicos para la conciencia nacional, globalmente nocivos para la existencia del Estado, que van mucho más allá de la imprudencia política. Todo esto, aparte del problema de putrefacción interna agravado por la ausencia de un plan creíble y fiable de transformación de una sociedad que no está dispuesta a conformarse solo con una mejora del PIB y la construcción de hoteles.

Al pasar a ser centro de discusiones geopolíticas, el país –en medio de una metamorfosis dirigida a distancia– ha sido vapuleado y convertido en un serio dilema continental, algo impensable sin una exquisita complicidad interna.

El Gobierno –reducido a una función de simple bisagra, con gente de autoestima dislocada, sin talento, que desprecia la memoria de su pueblo y sin más mérito que su militancia política– ha logrado dejar de ser un fantasma para pasar a ser garantía de la continuidad de los problemas nacionales y, lo peor, incubando ideas tan feroces como la de asegurarse apoyos espurios a fuerza de concesiones cada vez más infames.

Un Gobierno que luce exhausto, perezoso, adicto al agravio a la Constitución, a las Leyes y, por tanto, a la República, que se deslegitima cada día al no hacer nada frente a propuestas abiertamente liquidacionistas contra el Estado dominicano. Desde luego, solo no está, su política de avestruz la comparten convenientemente la “oposición” y su fiel PLD que, desde el 1996, torció su rumbo cada vez más abrazado a la legislatura de su propia perdición.

Pero, imposible no señalar al ciudadano Presidente como el principal responsable de dilapidar su propia imagen de mandatario al mantener una política con errores terribles, que van desde el visto bueno a los planes criminales de una conocida asociación transatlántica de malhechores –tanto en cuanto no los ha enfrentado, no se sabe si resolviendo sus problemas gástricos con los símbolos nacionales– hasta su repentina mutación de trastornar la Constitución valiéndose de un Congreso bonsái, que luce desechable por lo inservible Justo por todo ello, ¡chapeau! –utilizando su actual idioma predilecto– por los ácratas maquiavelos del Palacio, tan cínicos que, sin esconder su resistencia a asumir sus obligaciones para con su país, han suprimido hasta su propia autoridad; y vergüenza imborrable para los presumidos y pusilánimes dirigentes del PLD que, desde la indigencia moral más abyecta, se amputaron sus cuerdas vocales –cuando no otras cosas– y mostraron en cueros su complicidad y su irresponsable indiferencia a la defensa de la República.

Y así van, ciegos por adopción, cabalgando por ahí, pisando volcanes sin el menor cuidado…



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