¿Piropos? Un disfraz para el acoso

¿Piropos? Un disfraz para el acoso

¿Piropos? Un disfraz para el acoso

No nos engañemos mujeres. Somos víctimas del acoso sexual a diario, desde que salimos a las calles, a plena luz del día y, ¿no nos damos cuenta de eso? Quitémosle el disfraz de piropos a este tipo de acoso ¡ya!

En República Dominicana no existe ley que regule el acoso sexual callejero. «Diañe mami tu si ta´buena», «y to´esoe´tuyo», «Adiós mi amor, ta´guapa», «quisiera ser camionero para manejar todas esas curvas», son solo algunos de los doscientos mil quinientos dos tipos de piropos que salen disparados de los hombres dominicanos agresores verbales que invaden el espacio y violan la dignidad de la mujer.

Desde que tengo uso de razón hemos visto este tipo de acoso sexual en las calles como algo normal. Esto hace que el problema sea aún peor y más grave.

Expongo un ejemplo personal (confieso que fue difícil escoger solo uno para este artículo): un día iba con mi hermana caminando una avenida principal y una guagua (un bus), llena de pasajeros se detuvo en una de las paradas. Como era de esperarse los hombres que estaban sentados en la ventana empezaron a recitar los doscientos mil quinientos dos tipos de piropos obscenos que se sabían. Mi hermana y yo tratamos de ignora todo eso, hasta que a uno de los hombres se le ocurrió tirarnos una botella plástica de agua.

Me sentí abusada, agredida y amenazada por aquel hombre. Estoy segura que así como yo, todas las mujeres que lean este artículo, en este momento recordarán alguna historia de este género literario.

Debemos empezar a desnaturalizar esto. En países como Nicaragua, existen comunidades dedicadas a la concientización de este tipo de abuso sexual callejero donde ofrecen educación de autodefensa y han tenido mucho éxito. Es un tipo de acoso que sucede en varios países de esta región, donde muchos lo escudan con argumentos como: «eso es algo cultural», «a las mujeres les gusta ser piropeadas», «eso no es nada, así son los hombres». No, esto es grave y debe ser penado por la ley.

Multar a los hombres que manifiesten este tipo de acoso sexual callejero sería un buena opción para disminuirlo, pero ¿por dónde empezamos? si a veces son los mismos miembros de las autoridades, aquellos llamados a poner el orden y la disciplina en las calles, los primeros que recitan los doscientos mil quinientos dos tipos de piropos que se saben para acosar a la mujer que camina por las calles.

Esto muestra que, a pesar de que la mujer en las últimas décadas ha logrado ganarse el respeto y el derecho a participar en un mundo diseñado por hombres, aún la calle no es nuestra. Este bombardeo de piropos aparentemente inofensivos nos obliga a ignorarlos, a intentar que no nos afecten. Pero claro que nos afectan, y callárnoslo nos genera una impotencia y una rabia contenida que hay que empezar a expresar para detenerlos.