Hay muchos estilos distintos para gobernar exitosamente, pero ninguno para complacer a todo el mundo todo el tiempo.
Cada vez que cualquier gobierno decide algo, casi seguramente habrá alguien, persona o grupo, en desacuerdo porque lesiona su interés particular o contraría sus creencias.
Por eso es tan peligroso pretender gobernar atendiendo encuestas o jugando a ser popular, porque los jefes de Estado admirables y efectivos son los que, a contrapelo del consenso político o la conveniencia momentánea, disponen medidas necesarias, pero dolorosas, como haría un buen padre con sus hijos.
Tanto preámbulo es porque ahora viene una reforma fiscal imprescindible. Este gobierno se ha “desdecido” muchísimo: con el muro fronterizo que ahora apoya; el pacto eléctrico que firmaron igualito tras asquerosearlo; los subsidios, toques de queda y medidas sanitarias por la pandemia; y la lista sigue…
Los pactos o acuerdos que pretendan hacerse en base a “aminoplismos” o favoritismo no pasarán de ser malos parches. Vienen muchas duras decisiones.
Ojalá el presidente Abinader pondere bien su rumbo. Predecesores que no, fracasaron.