Petro, Colombia, dignidad
Decir decoro es hablar de dignidad, respeto, honor. Palabras mayores en todos los tiempos, pero que hoy están casi en desuso, pues vivimos el tiempo de lo viral, la era de los “likes”, donde el rebaño está convencido de que 100 seguidores en sus redes sociales valen más que todos sus hermanos y compañeros de infortunio.
Decoro es una palabra extraña en una época en que muchos están convencidos de que la inteligencia artificial es más importante que el sentido común, el reclamo de justicia y la autoestima.
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Ni hablar en el ámbito político. Es un mal momento para levantar la bandera de dignidad, igualdad, progreso y solidaridad.
La ignorancia, el individualismo y la estupidez colectiva campean por sus fueros.
En ese mismo escenario la atención internacional cae sobre alguien que de manera valiente patea el tablero, aunque se enoje el “Rey” y se enculillen sus peones, los lacayos de siempre, y repliquen su mensaje de miedo aún a sabiendas de que serán sacrificados en la primera oportunidad que se presente. La ignorancia y el miedo operan siempre en contra de los ignorantes más que nadie.
Por eso es que celebro y respaldo la posición de Gustavo Petro, presidente de Colombia, quien, con respeto, y con la altura que lo hubiera hecho Simón Bolívar, tuvo el coraje de exigirle al mismísimo emperador que le diera un trato digno a sus compatriotas que –por diferentes razones– habrán de ser deportados desde Estados Unidos.
Su reclamo es tan sencillo como justo: tratar con dignidad a los inmigrantes, no como delincuentes.
Sin embargo, esto cayó muy mal en Washington y de inmediato el “nuevo Zeus” tronó y hasta amenazó con sanciones, 25 % de aranceles a los productos exportados por Colombia.
Petro no cedió. Fue maldecido y calumniado, pero no cedió. Al final, se impuso la razón. Bogotá acepta a su gente de vuelta, pero no como delincuentes, sino con un trato humano.
Seguro que otros mandatarios piensan igual que Petro, pero no se atrevieron a levantar la voz y su gente fue repatriada atada de pies y manos, como peligrosos delincuentes. Algo denigrante.
Estados Unidos, como cualquier otro país soberano, tiene derecho a deportar a todo extranjero indocumentado. Pero eso no justifica pisotear su dignidad y tratarlos como escorias.
Aunque sectores de ultraderecha, algunos medios de comunicación y muchísima gente ignorante y/o embrutecida lo hayan tergiversado, el mensaje llegó.
Con ese gesto Gustavo Petro se engrandeció y trajo a mi memoria aquella reflexión del cubano José Martí sobre el decoro que cito a continuación: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”. (José Martí).
Señor Trump, los inmigrantes latinoamericanos no son criminales. No convierta en pesadilla el tan cacareado “sueño americano”.
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