Pasiente acuden diariamente a los hospitales de Santo Domingo a relizarse la prueba de la leptospìrosis que ha causado 29 muertes en el país. Guillermo Burgos/El Nacional. 21-11-2007
Santo Domingo.-La falta de humanidad por parte del personal de salud hacia los pacientes que acuden a los centros hospitalarios en busca de los servicios deja al desnudo la carencia en la formación de hogar y la educación de los que trabajan en el área sanitaria en el país.
El lunes a las 7 de la noche Mildred Valoy, al percatarse de que su padre de 88 años Juan Valoy presentaba todas las características de un accidente cerebro vascular, salió rápidamente de su casa hacia la emergencia del hospital Salvador B. Gautier para que le prestaran asistencia. Cuando llegó al centro fue recibido por una enfermera que le preguntó qué se sentía y él respondió que no podía respirar, que tenía la mitad del cuerpo entumecido.
Ante esa situación la hija de Juan narró que la enfermera vestida de azul, como ella la identifica, le dijo que le pondría un suero a su padre y que amanecería sentado en uno de los bancos de la antesala del área de emergencia, pues todo estaba lleno.
También que cualquier medicamento que requiriera debería ir a comprarlo, pues allí no tenían. Juan seguía empeorando, y la enfermera proseguía: “En caso de necesitar hacerle alguna tomografía deberá llevarlo usted a otro lado a realizársela, porque aquí después de la cinco no tenemos ambulancia para trasladar a nadie y mucho menos equipo para realizarle ese proceso”.
Cuando la enfermera dio la espalda Mildred no lo pensó dos veces, tomó a su padre y fue a un centro privado en busca de atención. Al tiempo de llegar al otro lugar su padre sufrió el accidente cerebro vascular, pero su intensidad fue menor pues los médicos le dieron calidad y calidez en la atención.
El hombre de 88 años sigue hospitalizado.
El irrespeto por la vida humana quiere ser justificado por el personal de salud con la falta de medicamentos y equipos, que si bien es cierto son elementos importantes, también lo es la debida atención humanitaria a quien clama por atención.
Esa indolencia no solo se refleja en el área pública también ocurre en la privada, como lo cuenta Stefanía Ramírez, quien al llegar aquejada de fuertes dolores de cabeza, en las articulaciones, pélvicos, en la espalda y oídos, la doctora del área de emergencias del centro médico la hizo sentar en una silla, allí se tomó su tiempo para realizarle varias preguntas y rellenar un formulario previo a evaluarla, y en tono despectivo le manifestó: “Ah, pero a usted le duele todo; voy a pasarla a un cubículo para aunque sea quitarle el dolor de cabeza”.
Ya en el cubículo Ramírez le dice: “¿Y no me va a revisar aunque sea los oídos?”, y ella le responde: “Es que no tengo el equipo completo, tendrá que ir a un otorrino.
Ahora viene la enfermera para aunque sea quitarle el dolor de cabeza, y nunca más volví a verla”.
Tras disminuir el dolor de cabeza Ramírez notó que no le había tomado la presión y para su sorpresa se enteró que para medir la presión arterial cobran 200 pesos, sin importar que tengas seguro o no.
Indignada se fue del centro de salud privado.