Usar “perro” como insulto siempre me ha parecido un disparate enorme pues ojalá mucha gente contara entre sus atributos humanos la inteligencia, lealtad y bondad de estos descendientes del lobo que domesticaron nuestros antepasados.
En casa casi siempre hemos tenido perros, hasta no hace mucho eran seis bichones habaneros blancos bellísimos. Ahora tenemos a Pepa, una Golden Retriever juguetona y traviesa que es la nueva mejor amiga de mis tres nietos. Mi hijo mayor tiene en su casa a Coco, una Schnauzer miniatura y mi hijo menor, en Estados Unidos, tiene a Paco, un pastor australiano encantador.
Ahora confirmo algo que intuía, que los perros saben la diferencia entre gente buena y mala, según un estudio por una especialista en cognición animal en Tokio. Akiko Takoaka concluyó que los perros desconfían de quienes les mienten y recuerdan a esos mentirosos.
Similarmente, no olvidan a quienes son buena gente y siempre se alegran al saludarlos. Ojalá algunos ciudadanos caribeños poseyeran esa virtud canina, especialmente ahora que viene zumbando una elección con los embustes volando como plaga de moscas.