Gran parte del pueblo dominicano está a la expectativa sobre lo que pueda pasar con el proceso de investigación sobre los supuestos sobornos confirmados por la firma brasileira Odebrecht para conseguir el privilegio de las principales obras de infraestructura desarrolladas en el país en los tres gobiernos que van del presente siglo.
Pero el dominicano, todavía ingenuo, no entiende que todas las escaramuzas que se presentan forman parte de la pantomima que caracteriza el gran teatro de la impunidad que ha registrado su siglo de oro en las últimas tres gestiones escogidas por el voto de la mayoría, forzosamente obtenida.
Tampoco comprende que el caso de los Tucano, también de Brasil, el supuesto enriquecimiento ilícito de VíctorDíaz Rúa, de Félix Bautista y de otros tantos dichosos que ahora son dioses, no ha encontrado la acción decidida de fiscales y jueces ni la voluntad política para llegar al epicentro de las responsabilidades en cada caso.
Mi adorado pueblo ha perdido poco a poco esa condición y se ha convertido en un conglomerado que lo tolera todo a cambio del beneficio de unos cuantos que viven del erario y que sus fortunas no tienen sustentación legal.
Lo que pasará con este caso y con el de John Percival Matos no es nada nuevo, es un capítulo diferente del circo iniciado tiempo atrás. ¿O no recuerdan el caso del Indrhi, primer período del siglo XXI, que el presidente de turno lo defendió porque era su amigo? Ángel Rondón Mejía aparece abrazado con mandatarios y con los principales funcionarios y, por su influencia, lo han colocado para que pueda lidiar con el allante de la Justicia.
¿O acaso se está pensando en que los funcionarios que recibieron grandes sumas, como lo han hecho con otros grandes negocios, irán al banquillo a responder por sus hechos y por prevaricar contra el Estado? No, permítanme dudarlo.
Que nadie sueñe, porque cuando la impunidad, la injusticia, la corrupción y la desobediencia social se apoderan de un país, su destino está marcado.
Sin embargo, con esto no queremos decir que no se produzcan algunos arrestos, enjuiciamientos y hasta condenas. Pero habría que preguntarse: ¿Estarán ahí los verdaderos responsables y jefes de quienes incurrieron en esos hechos? Sinceramente, permítanme dudarlo.