¿Perdonar al monstruo?

¿Perdonar al monstruo?

¿Perdonar al monstruo?

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Dar una puñalada a un ser humano debe ser terrible, tanto para el que la recibe como para el que la infiere. ¿Qué sentirán el uno y el otro cuando la fría hoja del cuchillo penetra en el cuerpo de la víctima, destrozando a su paso vísceras vitales para la supervivencia?

El escalofrío que produce el sólo pensar en ese instante macabro  se multiplica si imaginamos que la persona acuchillada es un niño de apenas 12 años de edad.

Pero no nos detengamos ahí.

Hagamos un esfuerzo más de imaginación y pensemos que el puñal homicida entra y sale del tierno cuerpecito infantil, indefenso además, no solamente una vez, sino dos, tres, cuatro veces… y otra, otra, otra… ¡hasta 34 interminables y monstruosas veces!
Eso pasó en la vida real.

El asesino ahora pide perdón. Alega que se ha portado bien en la cárcel, que es buena gente, que merece salir en libertad, que patatín y patatán. ¡Así si es bueno! Primero mato y después pido perdón.

Fácil, ¿verdad?

No creo que este sea un caso difícil para el juez o la jueza a quien le toque decidir sobre la puesta en libertad o el mantenimiento del monstruo tras las rejas.

Basta solamente con cerrar los ojos y contar hasta 34 con el pensamiento puesto en aquel niño y el frío puñal entrando y saliendo de su cuerpecito.
Es imposible perdonarlo.



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