La inflación es un fenómeno con ciertas complejidades que aún se investiga activamente en economía. Es muy común escuchar a la gente quejarse de que los “precios están altos” y que el “costo de la vida está por las nubes”.
El “costo de la vida” es una medida basada en la cantidad de dinero que necesitamos para cubrir una canasta básica representativa (alimentación, vivienda, salud, entre otros), siendo el “índice de precios al consumidor (IPC)” la métrica utilizada por el Banco Central para calcular el cambio en los precios de los bienes y servicios de esa canasta básica.
No todos los precios de la canasta básica suben o bajan con la misma intensidad. Ni todos tienen la misma ponderación en la canasta. Generalmente, en los países en desarrollo la mayor ponderación la tienen los “alimentos y bebidas no alcohólicas”. En el país esa ponderación ronda el 23 %.
No obstante, la mayoría de los ciudadanos discrepan significativamente entre los datos oficiales de la inflación y cómo sienten el costo de la vida.
Casi siempre la percepción que tiene la gente de la evolución del costo de la vida supera las cifras de inflación difundidas por el Banco Central.
Eso no significa que el Banco Central deje de hacer un trabajo muy técnico y profesional en el cálculo de la inflación. Sin embargo, la percepción que tienen las personas sobre el costo de la vida supera el dato “oficial”. Esto es parte de las complejidades de medición de la inflación.
El Banco Central calcula canastas representativas de los consumos actuales de diferentes grupos poblacionales (estratos socioeconómicos o quintiles), y hay bienes y servicios que entran y salen a partir de las encuestas de Gastos e Ingresos que realiza el banco cada diez años.
Sin embargo, el Banco Central no realiza “encuestas de percepción de la inflación” para ver cómo la gente siente el “costo de la vida”. Sería interesante que se comenzaran a realizar este tipo de encuestas. Esto nos daría más información sobre las complejidades de la inflación.