Romeo, el del Bronx no el de Verona, enfureció a farandúlicos porque renegó medrosamente su dominicanidad al preguntarle del atentado contra David Ortiz y la campaña contra nuestro turismo.
Sería ilusorio esperar otra cosa del Romeo cuya voz de Julieta lo ha hecho rico porque millones –no solo dominicanos— le consideran rey de la bachata, nuestra música evolucionada de la vieja canción de amargue. Con su banda Aventura recorrió el mundo bachateando, logrando que canciones como “Obsesión” fueran número uno en varios países de Europa hace 17 años. Empero, Romeo es brutísimo, el pobrecito.
Penosamente sigue esencialmente siendo Antonio Santos, su nombre real, hijo de obrero dominicano y doméstica desempleada boricua con poquita formación.
Pero su problema no es de origen. El pecado de Romeo es su zafia cobardía: no aprovechó la oportunidad para defender la realidad del atacado país de su papá, que no suyo, ni demostrar respeto ni cariño por una nación que lo adora. Si su ofensa picó tanto, ¿dejaremos de oír y comprar su música? Lo dudo…