A nivel planetario, los seres humanos nos preparamos para el advenimiento de un nuevo año, el 2020, exhibiendo conductas de prepotencia y altanería, pero olvidándose de muchas cosas en un mundo de maldad.
Dentro de esas cosas que el hombre procura olvidar figuran una serie de categorías: la vida, la muerte y el tiempo. Miramos el mundo en función de lo concreto, y tornamos la vista a lo abstracto solo si agrada a los sentidos orgánicos.
La cuestión es que estamos acostumbrados a ceñirnos a conceptos rígidos y excluyentes; la vida y la muerte se han constituido en dos motivos de incertidumbre. La muerte es la que produce mayor preocupación y miedo, ya que se adentra en planos desconocidos, en vista de que no se le asume un infinito vacío y una nada sin contenido.
A la vida, por otro lado, se le ve sentido, enfatizándola dentro del disfrute de lo puramente material.
Ambas cuestiones, la vida y la muerte, son presentadas como irreconciliables, debido a nuestra pequeñez cognitiva, a pesar de los avances de la ciencia y de la tecnología.
Pero lo concreto radica en que la gente muere y deja todo lo que ha acumulado, quedando lo demás en el mundo de lo abstracto, en el vacío y la incomprensión del conocimiento humano.
En la visión del filósofo idealista alemán Friedrich Hegel, lo concreto consistía en la multiplicidad sensorialmente dada de cosas y de fenómenos singulares; y lo abstracto, una característica de los productos exclusivos de la actividad del pensar. Se trató del primer pensador en introducir en la filosofía esas dos categorías en el sentido específico en que han sido empleadas en el ámbito del método marxista.
Cada día millones de personas mueren en el mundo, y la rutina continúa como si nada hubiese pasado, motivado a que los individuos viven apegados a sus cosas. En la eternidad de los tiempos, la vida humana resulta tan insignificante que vivir, antes o después, carece de relevancia; es su utilidad lo que la hace valiosa.
Rara vez alguien se pregunta para qué ha venido al mundo; vive en el relativismo, acomodando las cosas a sus propios intereses, sin importarle que sus semejantes requieran alguno suyo, aunque sea un acto de amor o de comprensión en una coyuntura determinada. Olvida que un día más es uno menos para vivir, pero no para dedicarse a obras productivas en la dirección de la vocación del servicio.
Una persona desarrolla la vocación de servicio cuando en todo momento sirve a sus semejantes sin esperar nada a cambio.
En un mundo en el que predominan el odio, la maldad y la envidia se impone que la gente de buena voluntad profundice en su accionar de bondad y de colaboración para con los demás
Los seres humanos somos pequeños en la infinidad del mundo. Aun así nos comportamos con orgullo y prepotencia. Aprendamos que las cosas tienen la energía que ponemos en ellas y ejercen la influencia que permitimos que ocurra.
Este año 2020 que se inicia puede ser la importunidad clave para que cambiemos, para bien, en el resto del breve espacio que nos queda por vivir.