Pepe Mujica

Pepe Mujica

Pepe Mujica

David Alvarez

El presidente uruguayo es una bocanada fresca en medio de tantas figuras políticas corruptas y endiosadas por el poder. El poder no cambia la gente, por el contrario devela su naturaleza más intima.

El poder, al ampliar la capacidad de todo ser humano para expresar sus anhelos más hondos, devela su auténtica naturaleza.

Juan Bosch analizó con certeza la naturaleza de la pequeña burguesía cuando alcanzaba el poder, lo develó en el PRD y lo muestra hoy el PLD, salvo muy honrosas excepciones.

La falta de identidad de clase y la inconmensurable ambición por acumular riquezas, convierte a esa clase social en un maquinaría de corrupción y ascenso social. El Estado en sus manos es un botín para robar, prevaricar y nepotismo.

La integridad de una persona ha de ser independiente del acceso a cuotas de poder, tanto en el sector público como privado. Para ello debe cultivar una ética personal y familiar que no dependa de las posiciones que ocupa, como es el caso del expresidente Mujica.

La felicidad radica en la existencia vivida con sentido independientemente de posiciones, poder o fortuna, lo contrario es una farsa, un existir alineado.

El ejemplo de Mujica ha de cuestionar tanta parafernalia en torno al poder, a la ambición que consume la existencia de tantas personas, a la sed de poder que envenena la vida de tantos hombres y mujeres. La muerte, como rasero último, nos enseña que partimos definitivamente con lo que somos, no con lo que tenemos.



TEMAS