Pensar racionalmente

Pensar racionalmente

Pensar racionalmente

David Alvarez

Usualmente me preguntan las semejanzas y diferencias entre las ciencias naturales, las sociales y humanidades. Son diferentes en metodologías, objeto de estudio y la manera en que se validan sus resultados. Lo común es que demandan el uso de la razón.

La validez del conocimiento científico y social, la comprobación del argumento en humanidades, siempre dependen del uso de la razón, se apoyen en evidencias empíricas, pronostiquen comportamientos o fenómenos futuros, o demuestren consistencia lógica.

La razón, que es la apertura del espíritu a la verdad objetiva, demanda poner en cuestión nuestra percepción sobre lo real, suspender nuestros supuestos y creencias, ser consistente en el uso de la lógica y abrir nuestro estudio a otros investigadores que puedan falsacionar procedimientos y conclusiones.

Este proceso es obligatorio si estudiamos nanofísica u ontología, astronomía o sociología.

Pensar racionalmente tiene un impacto benéfico cuando lo aplicamos a áreas como el manejo de nuestros sentimientos y emociones, el uso de nuestras finanzas personales, el discernimiento de los fenómenos políticos que afectan la sociedad y la religiosidad personal.

Es evidente la diferencia que existe entre aquellas sociedades donde la razón es de uso regular y mayoritario, y aquellas sociedades donde prevalecen las pulsiones y los prejuicios.

A menor uso de la razón, mayor la manipulación que se puede aplicar a los grupos sociales.

Lo que antes se llamaba pensamiento crítico, desde la tradición kantiana, es el uso del pensamiento racional para develar las verdades de la naturaleza, la sociedad y los discursos, en la ciencia y la vida cotidiana.



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