Percibo cada vez con más fuerza un lamentable descenso de la autoestima nacional. En todos los niveles sociales escucho expresiones peyorativas para denigrar a nuestro propio país, expresiones que penosamente encuentran la aprobación gestual de muchos.
“Este país no sirve”, “Más que un país, esto es un paisaje”, “Sólo aquí se ven estas cosas”, “Si esto sucediera en cualquier otra parte, las cosas fueran distintas”, “Todos somos corruptos”… son frases a las que ya están habituados nuestros oídos y aceptadas sin discusión como si fueran axiomas.
Sin dejar de admitir que los delincuentes de cuello blanco y cuello sucio están infiltrados en todas partes, me niego a aceptar que todo está perdido entre nosotros.
Pero es necesario, eso sí, que todos los que creemos en principios y valores inmanentes formemos filas para en todo momento salirles al frente a los derrotistas que, con su actitud negativa, se convierten sin saberlo en cómplices del deterioro social.
Este país quizás no es el mejor y está cargado de vicios, pero tampoco es peor que otros. Y aunque lo fuera, nuestro deber es rescatarlo a base de trabajo, de autoestima, de buenos ejemplos. ¡Claro que podemos lograrlo!