La patria de Venezuela es el lugar de las peores tragedias carcelarias, con un saldo superior a los 500 internos, al menos en el último lustro.
Si recontamos los sucesos del año pasado (2017), fueron hallados los restos de 14 personas en una fosa común en la clausurada Penitenciaría General de Venezuela, en San Juan de Los Morros; un mes después de esa fecha, se suscitó un choque entre bandas rivales se saldó con 12 muertos y 11 heridos en la cárcel de Puente Ayala, en la ciudad de Barcelona; en agosto tuvo lugar un motín que dejó 37 muertos y 14 heridos en unas celdas policiales del estado de Amazonas.
Y ahora esto, el incendio originado durante un motín en calabozos policiales de la ciudad de Valencia, que dejó un saldo de 68.
La historia se ha repetido, al parecer la causa fue una aparente fuga, camuflajeada de tal forma, que luzca un motín, lo que implica sacrificar a los compañeros de celda, para que algunos puedan fugarse.
Es como una constante para nuestras cárceles de América Latina. Y en Venezuela está más acentuado el problema del encierro penitenciario de toda la región latinoamericana.
En pregunta a Elio Gómez Grillo (profesor en Ciencias Criminológicas y Penales de la Universidad Católica de Andrés Bello y de la Universidad de Carabobo, padre del penitenciarismo venezolano, quien murió apenas el 15 de septiembre de 2014, sobre ¿cuál es la actual situación del penitenciarismo venezolano?, respondió: “Yo suelo resumir la situación penitenciaria venezolana en 7 verbos.
Cuatro verbos que pone el Estado y 3 que ponen los reclusos. El Estado pone estos 4 verbos: hacinar, ociar, retrasar judicialmente y matraquear [equivale a corromper judicialmente].
Estos son los verbos que pone el Estado, que mantiene a los reclusos hacinados, ociosos, retrasados judicialmente y matraqueados.
Luego, hay toda una red de corrupción administrativa penitenciaria que va desde los altos estratos hacia los inferiores.
Con esos cuatro verbos que pone el Estado, los reclusos agregan tres (3) más: drogar, matar y violar sexualmente”. Son las siete columnas capitales del penitenciarismo venezolano, dolorosamente.
El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) contabilizó, a mayo de 2015, contaba con una población carcelaria de 49,644 personas privadas de libertad (46,883 hombres y 2,761 mujeres).
Y en la actualidad esa población ha aumentado.
El signo distintivo de los centros penitenciarios de Venezuela es el matraqueo. Posiblemente en ese país andino no haya un área de tanta corrupción administrativa como en el área penitenciaria.
Es lo que se llama la industria del preso. Además de estos siete pecados capitales del penitenciarismo venezolano, están la insalubridad, la falta elemental de literas, de sitios para dormir, la falta de atención médica, la mala comida…, en fin, se trata virtualmente de un régimen cloacal, en la cual se desarrolla toda la vida penitenciaria nacional. Cárceles que son almacenes de hombres, depósitos de seres humanos, huacales humanos.
Por eso, la solución a estos problemas, puede ser posible gracias a los verbos de este penitenciarista. “A mi juicio, la solución de la crisis carcelaria recae en tres verbos: 1) descentralizar; 2) privatizar el trabajo penitenciario y 3) formar los recursos humanos.
Descentralizar es entregarles las cárceles a las gobernaciones de los 22 Estados que forman el país; o sea, quitárselas al Ministerio de Justicia, que ha demostrado su incapacidad.