Claudio Caamaño Vélez.
Era la 1:30 de la tarde del sábado 24 de abril de 1965, cuando el capitán Mario Peña Taveras dio la señal para entrar en acción a los militares comprometidos con el retorno de la democracia que se encontraban en la Jefatura del Ejército.
De inmediato comenzaron a detener a los mandos militares para luego entrar al despacho del jefe de Estado Mayor, general Marcos Rivera Cuesta, y pegándole su ametralladora en el pecho le dice: “¡General, usted está preso, entregue su arma!”.
El general le respondió: “¡Peña Taveras!, ¿te has vuelto loco?”. Y este a su vez contestó: “¡General, no me he vuelto loco, ustedes están vivos porque se han portado como lo que son, como unos cobardes, deberíamos fusilarlos por el apoyo que le han brindado al gobierno ilegal, corrupto, ladrón y depravado del Triunvirato!”.
Acto seguido Peña Taveras se comunicó con el doctor José Francisco Peña Gómez, que estaba al aire en el programa Tribuna Democrática, desde donde se llamó al pueblo a sumarse al levantamiento militar que buscaba restaurar el orden constitucional quebrantado tras el golpe de Estado al profesor Juan Bosch en septiembre de 1963.
Así inició la Revolución de Abril, dando lugar a una guerra civil que el pueblo y los militares honestos ganaron aplastantemente el 27 de abril, y luego a la guerra patria tras la invasión militar de Estados Unidos, que vino a proteger sus estructuras de poder y servilismo.
Mario Peña Taveras, la chispa de abril, murió el pasado viernes. Debo confesar que me duele que no se le rindieran los honores correspondientes a un héroe nacional.
Debemos revisar los valores que promovemos como nación. Así como honrar honra, no honrar también deshonra.
