Desde que llegan los viernes y concluye su jornada laboral, sin pensarlo dos veces arranca para su natal Santiago de los Caballeros, donde reside su familia.
Santo Domingo.-Antonio Peña Mirabal es un hombre de perfil bajo, que ama tanto la lectura como los números, aunque si volviera a nacer dice que cambiaría la Contabilidad por la Psicología, porque le gusta descubrir cómo el cerebro humano es capaz de gobernar todo el cuerpo.
El hoy director del Programa de Medicamentos Esenciales (Promese/Cal) narra que sus progenitores (fallecidos), Román Antonio Peña y Ana Rita Mirabal tuvieron cuatro hijas, después llegó él y luego tres hermanas más.
“Mucha gente me dice, bueno, tú eres el rey de la casa, pero nunca fue así, mis padres siempre nos dieron el mismo trato. Naturalmente, al haber tantas mujeres uno se involucró en las cosas de ellas hasta sin quererlo.
Eran siete hembras y ocho con mi madre, y mi papá y yo los únicos varones. Súmale a eso cuando llegaban las primas, de repente había 15 mujeres en la casa y solamente nosotros dos”, narra entre risas.
Cuenta que no tuvo un trato preferencial ni privilegiado, muy por el contrario, sostiene que sus progenitores lo condujeron por el carril correcto, y agrega: “Jugué con mis hermanas a mamá y a papá, a la cocina, juegos de esa época, y no ocurrió nada, porque siempre hubo delimitación muy clara de parte de ellos”.
Dice extrañar cuando se bañaba a la orilla del Yaque del Norte.
“Recuerdo que cuando llegaba de la escuela, comíamos y hacíamos un combo con los primos y nos íbamos para el río, ese es un tiempo inolvidable que lo extraño bastante, pero eso cambia al crecer”.
A pie
Como su padre fue sastre, siempre se lo llevaba para que le ayudara en la sastrería, por lo que cree eso lo ayudó a forjar la personalidad que hoy tiene.
Recuerda que su padre se levantaba a las cinco de la mañana a coser en una máquina de pedales y una hora más tarde lo levantaba para que le ayudara a hacer ruedos de pantalones y abrir costuras.
“Me enviaba a media mañana a la prensa y la lavandería, porque estudiaba en la tarde, para planchar los pantalones”, dice.
Recuerda que iba y retornaba de la lavandería a pie, la cual quedaba distante a unos tres kilómetros de la sastrería.
Según él, todo esto contribuyó a forjarlo en su carácter y personalidad.
Relata que su padre Román Antonio Peña le dijo que no heredaría su oficio, así que solo le enseñó a pegar un botón y otros aspectos puntuales, porque entendía que si le enseñaba a ser sastre no escalaría más.
Esa decisión la agradece eternamente.
Dijo que su papá estaba tan enfocado en que estudiara una profesión que le buscó los garantes, pues estudió con un crédito educativo la carrera de Contabilidad en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).
Explica que se decidió estudiar Contabilidad porque era muy bueno con los números, al punto que cuando cursó su último año de bachillerato lo hizo en Ciencias Matemáticas y en esa ocasión le exoneraron las pruebas finales.
Esto lo motivó a estudiar esta carrera, pero tiempo después se dio cuenta que existían otras profesiones donde se usan más los números que la de su elección.
“Si tuviera que nacer de nuevo no estudiaría Contabilidad, porque esta era una carrera de proceso muy bien definido y donde todo está hecho y lo único que se debe hacer es confirmar y verificar que se estén haciendo y punto”, sostiene.
Su llegada a cargos públicos
Antes de entrar a trabajar al sector público, Peña Mirabal había desempeñado distintos cargos en el sector privado. Además tenía su propia oficina.
Dice que la primera vez que laboró en la administración pública fue en la dirección Administrativa financiera de la Cámara de Diputados, de octubre de 2006 hasta junio de 2009, en la gestión de Julio César Valentín.
Luego pasó al sector eléctrico, como director de recursos humanos de Edeeste. También laboró junto a Celso Marranzini. Trabajó en el Ministerio de Educación hasta hace poco.