Antes de casarme, hace ya más de cuarenta años, compré algunos libros que hablaban de como comportarnos en el hogar con la esposa y con los hijos.
No he sido el compañero perfecto, pero me he empeñado en no ser un mal esposo. Uno de esos libritos se titula “Paz en la angustia”, del pastor Billy Graham, que aún conservo.
Yo era joven en esos días, por tanto puedo aconsejar a los jóvenes de hoy para que se preparen cuando se decidan a formar un hogar.
Por supuesto, no todo es color de rosa, siempre habrá espinas e inconvenientes, pero si hay amor y esperan un poquito más antes de tomar una decisión precipitada comprobarán que en pocos días todo volverá a la normalidad.
Es raro el día que no aparezcan en los medios de comunicación situaciones desgarradoras de mujeres golpeadas salvajemente por sus compañeros.
Yo odio a esos hombres.
A pesar de los mensajes que se transmiten con frecuencia a través de la radio y la televisión, los hombres siguen imponiendo su brutalidad a tal grado que las mujeres que tienen la dicha de sobrevivir quedan traumatizadas y atemorizadas para toda la vida.
Se ha demostrado que aquí las órdenes de alejamiento no funcionan, para esos criminales es sólo un pedazo de papel, como dijera una vez el doctor Joaquín Balaguer.
Muchos amenazan a sus compañeras con matarlas si ponen una querella en su contra, y muchas no lo hacen porque el sistema actual no les garantiza seguridad.
Hay que seguir trabajando en la concientización de los hombres para que traten a sus compañeras con respeto y consideración, que no olviden que son seres humanos, igual que su madre y sus hermanas.
Que piensen por un momento, el dolor, la tristeza, la herida que queda en el corazón de un niño cuando delante de él asesinan a su madre de manera brutal.
Hay que endurecer la ley y aplicarla sin piedad a los que golpean y asesinan a sus compañeras, y buscar fórmulas más efectivas para protegerlas cuando acudan a las autoridades en busca de ayuda.
El hombre no nace malo ni criminal, influye mucho la educación hogareña.
Los padres tienen que orientarlos desde pequeños para que en el futuro puedan gozar de estabilidad emocional y formar un hogar donde prevalezca el respeto, la unión familiar, el amor y la felicidad.