Peña Gómez y mi padre

Peña Gómez y mi padre

Peña Gómez y mi padre

Elías Brache

Soy testigo de excepción del día que mi padre se comprometió de tú a tú con José Francisco Peña Gómez, y digo comprometer, porque sé cuándo acuerda algo para no dar marcha atrás.

En el año 1995 y estando yo en Santo Domingo, me llamó desde Jarabacoa y me dijo: “tú que estás por meterte en política, ven si quieres mañana que Peña Gómez va a venir a visitarme con José Delito”.

Ni corto ni perezoso le dije a mi esposa que partiría temprano para Jarabacoa, y así lo hice.

Arribé antes de las 8 de la mañana y alrededor de las 11, se asomó un Lincoln Continental negro junto con otro vehículo. Tomaron la cuestecita que lleva a nuestra casa de veraneo y de él descendió, imponente, rodeado de esa aura mágica que solo poseen los verdaderos líderes, José Francisco Peña Gómez.

A su lado Tío José Delito Guzmán, un fiel y querido amigo del líder irremplazable del PRD y a la vez entrañable e inolvidable amigo de mi padre, responsable de que aún hoy se humedezcan sus ojos cuando recuerda su partida a destiempo.

Peña Gómez penetró a la casa por la galería y allí lo recibimos. Amante de la naturaleza como siempre lo fue, quedó prendado con la vista panorámica, la cual observó durante un minuto aproximadamente. Luego, al oír nuestros pastores alemanes ladrar, pidió verlos (es conocido que amaba los perros).

Volvimos a la galería y ahí se desarrolló una conversación muy fluida entre Peña Gómez, mi progenitor, Tío José Delito y yo. El resumen de la misma fue un compromiso de mi padre de apoyarlo en sus aspiraciones presidenciales, compromiso que en realidad, era una ratificación de su cercanía con el PRD, pues ya antes éste había apoyado tanto a Antonio Guzmán como a Salvador Jorge Blanco. A éste último le agradezco uno de los mejores consejos que he recibido en mi vida, precisamente en otro momento en Jarabacoa.

En lo que a mí se refiere, recuerdo las instrucciones directas del Dr. Peña Gómez: “le voy a decir a mi hijo Tony que se ponga en contacto contigo para que entres al partido a través de la juventud”, y tiempo después, así fue.

Terminada la conversación almorzamos los cuatro un Sancocho que preparó nuestra cocinera de más de 30 años, Ramona “Mongita”. Peña la mandó a buscar para decirle que el sancocho estaba buenísimo; todo mientras “Mongita”, con un marcado ímpetu, le aseguraba su perredeísmo (y era verdad, era y es rabiosa perredeísta).

Luego de almorzar, la conversación fue muy coloquial. Un sonriente Peña agradeció a mi padre y éste agradeció a la vez la visita, marchándose el primero. Horas después, en un acto en el parque de Jarabacoa, el más grande líder de masas, se dirigía a una multitud y expresaba: “¡llenaremos de votos blancos las urnas!, contamos con los líderes de la zona, aquí con nosotros…” y mencionaba tres nombres incluyendo el de mi querido viejo.

Al final, tanto mi padre como yo cumpliríamos la palabra empeñada, y dedicaríamos cuerpo y alma a tratar de que ese hombre extraordinario alcanzara la Presidencia; pero el destino tendría la última palabra.

Con estas líneas termino muy resumidamente la relación de mi padre con los tres grandes líderes de la política nacional. Sin traiciones, con decencia y desprendimiento, mi padre les sirvió, en su momento, de manera leal y sincera a cada uno de ellos.

Para mí apenas todo arrancaba. Precisamente ese día, que vi a dos buenos hombres conversar, Peña Gómez y mi padre.



Elías Brache

Licenciado en Derecho Cum Laude (UNPHU) con estudios de Especialidad en Gobierno y Politicas Publicas (FLACSO) ha ocupado diferentes posiciones dirigenciales en su vida privada y publica incluyendo las de Vice Canciller de la Republica y Gerente del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

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