Las autoridades cerraron hace unos días una panadería, por violar normas de higiene y salubridad, en un barrio de obreros donde quizás pocos residentes conozcan todos sus derechos como consumidores.
Luego el Ayuntamiento cerró parte de un mercado donde el expendio de carne se hacía sin las mínimas condiciones, amenazando la salud del público.
Al ver ambas noticias, me pregunté cuándo se verán acciones similares en establecimientos de clase media y alta, como ciertos supermercados que anuncian alegremente que fabrican en sus propias instalaciones productos como lácteos (leche fresca embotellada, quesos y yogures), cárnicos (embutidos, salchichones y longanizas), horneados (pan, bizcochos y galletas), jugos de frutas y otros comestibles.
Igual que en los comercios cerrados, estos supermercados venden a sus clientes estos productos propios sin mostrar registro sanitario ni industrial. ¿Pasteurizan la leche? ¿Cómo curan los embutidos?
¿Qué contienen sus biscochos? Aparte del asunto higiénico, pues operan industrialmente en ambientes inadecuados frente al público, compiten deslealmente con quienes fabrican esos productos con todas las de la ley. ¡Qué selva tan folklórica!