He observado con decepción y asombro, cómo en estos días algunos productores de radio y/o televisión e incluso una de las principales figuras políticas de nuestro país, le han facilitado espacio de exposición a una pieza de compleja representación como lo es Ramfis Domínguez Trujillo.
Este joven que dice sentirte comprometido con el desarrollo de la verdadera democracia dominicana, se presenta nueva vez con una actitud inexplicablemente altanera. No es que se ha destacado en otros países en áreas como las artes plásticas , la música o el deporte llegando con humildad a dedicarnos sus logros…no, no se trata de eso.
Ramfis Domínguez Trujillo regresa al país que hace unos años le expulsó del Congreso Nacional, para retomar su intento de reescribir nuestra historia, procurando un espacio para apreciar lo que él denomina «luces» de la Era de Trujillo, la era de su abuelo, pretendiendo con ello reivindicar lo inimaginable.
Este peligroso coqueteo sucede en un momento donde la desesperanza se apodera del ánimo y corazón de muchos dominicanos a razón de los efectos de una ola ultranacionalista macabra y violenta, una evidente crisis de partidos políticos, llamadas de denuncias provenientes de narcotraficantes, aderezados por los capítulos que se le siguen al juicio de Félix Bautista. Este espectáculo sin misericordia, al pueblo dominicano le toca presenciarlo desde la inseguridad ciudadana: en ocasiones con hambre, en ocasiones con frío.
Es en este contexto donde un reconocido programa de radio abre sus micrófonos y lanza la pregunta a su audiencia: ¿Entiende usted que Ramfis Domínguez Trujillo y su intento partidista llamado Esperanza Dominicana merecen una oportunidad en nuestro país? No podía creer lo que escuchaba, de momento me sentí parte de un desagradable guión el cual sería dignificado al calor del rechazo contundente de las respuestas ciudadanas. Nada más alejado de la realidad, la totalidad de las llamadas recibidas respondieron afirmativamente, argumentando que entre todo lo que nos toca ver en este abusivo circo político- mediático: «¿Qué riesgo puede representar uno más?»
No sólo los que ejercen una mal entendida política nos desangran, sobre esas heridas se suceden los repetidos ganchos que nos asestan los hambrientos de audiencia y reconocimiento, quienes sin miramiento alguno siguen explotando en nombre de su retorcido interés ese espacio ciudadano, donde una enorme población consume lo presentado sin reparar en sus implicaciones y posibles consecuencias, llegando al triste punto del hastío donde parecería que «to e to y na e na».
Hoy más que nunca a los que valoramos la herencia invaluable de un país en libertad, nos toca redoblar nuestro compromiso de participación consciente con miras a fortalecer la educación, el desarrollo, el trabajo social y la bien entendida política en un contexto de respeto y prudente alerta.
Aplicarle a las intenciones de Ramfis Domínguez Trujillo la regla del «to e to y na e na» es un coqueteo muy peligroso.