Pedro Baños cree que es cuestión de tiempo que Estados Unidos y China se enfrenten de manera convencional.
Con frecuencia tendemos a mirarnos el ombligo, a concentrar nuestra atención en la localidad en la que vivimos, en el país del que somos ciudadanos.
Pero la geopolítica es un juego que se desarrolla a nivel global, que tiene el mundo como tablero y cuyos efectos pueden sacudir poderosamente a todos los rincones del planeta.
El español Pedro Baños lo sabe bien: este coronel del Ejército de Tierra actualmente en la reserva y ex jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo de Estrasburgo es hoy, a sus 59 años, uno de los mayores especialistas mundiales en geopolítica, defensa, seguridad, terrorismo y relaciones internacionales, como lo demuestra su último libro, titulado «El dominio mundial».
De su mano pasamos revista a la situación del mundo.
¿Puede explicarnos brevemente cuál es en estos momentos la situación del planeta a nivel geoestratégico?
Básicamente hay una gran potencia, que sin lugar dudas todavía lo sigue siendo, que es Estados Unidos.
Pero es una potencia decreciente, y las propias autoridades de EE.UU. así lo entienden, a causa sobre todo del auge de otras dos potencias: Rusia, por un lado, pero sobre todo, y muy especialmente, China.
Hoy por hoy China es un adversario tecnológico y económico, pero el miedo de EE.UU. es que también llegue a ser un adversario militar y geopolítico, precisamente por la fortaleza que le dé su desarrollo económico y tecnológico.
¿Y Rusia?
Rusia no es un adversario económico para EE.UU., ni mucho menos. Las economías de ambos países son muy diferentes, la economía rusa es la décima parte de la de Estados Unidos.
Pero sí es un importante adversario geopolítico porque Putin, desde el año 2000, ha resucitado a esa Rusia que prácticamente había desaparecido de la escena internacional desde 1991 y que por lo menos quiere recuperar la voz que tuvo en su momento en la toma de las decisiones internacionales.
En su último libro, «El Dominio Mundial», usted cita al matemático y sociólogo noruego Johan Galtung, quien en 1980 anticipó que en menos de 10 años la Unión Soviética se hundiría como «imperio» y podía incluso disolverse. Galtung también fijó para 2025 la caída del «imperio» estadounidense, y con el cambio de milenio lo anticipó al 2020. ¿Cree realmente que el fin de la supremacía de EE.UU. puede ocurrir en un par de años?
Estados Unidos se ha dado cuenta de esa realidad y está intentando que no se llegue a producir.
Pero aunque los servicios de inteligencia estadounidenses llevan al menos 15 años alertando de la situación, el despertar de Estados Unidos es muy reciente, se remonta a no más de cuatro o cinco años.
Es entonces cuando se da cuenta de que esa globalización que había inventado la va ganando China. Y además, a pasos agigantados, como está haciendo China con todo.
Hace solo unos días llegó a la cara oculta de la Luna la primera sonda de la historia, y esa sonda es china.
China prácticamente acaba de llegar a la carrera espacial, y en poquísimo tiempo ya la va ganando. Y esto preocupa a Estados Unidos, que ha sido el gran dominador, sobre todo desde 1991, porque ve que está perdiendo en todos los frentes.
Usted sostiene en ese sentido que Donald Trump, el actual presidente estadounidense, no es el payaso que muchas veces pensamos y que si está retrayendo a su país de la escena internacional es para poder lograr que se recupere y así seguir siendo dominante. ¿Es así?
Por supuesto. Eso es lo que está haciendo en todos los escenarios de conflicto.
Mantener esos escenarios abiertos es costosísimo y él, como hombre práctico que es, como hombre de negocios, se da cuenta de que la rentabilidad que está obteniendo es mínima.
Porque además eso no significa que vaya dejar de vender armamento a muchos países del mundo, ni muchos menos. Pero se da cuenta de que está haciendo un esfuerzo económico que ahora mismo le impide concentrarse en su gran objetivo que es pararle los pies a China.
China pretende, para el año 2030, ser la primera economía del mundo, y Estados Unidos no quiere perder esa prerrogativa que hasta ahora tenía, con una economía que representaba el 25% de todo el PIB (Producto Interior Bruto) mundial.
Desde mi punto de vista, lo que está haciendo en estos momentos EE.UU. es contraerse. Piense en un muelle: Estados Unidos se está contrayendo, se está retrotrayendo y reconcentrándose en sí misma, para una vez que haya cogido fuerza volver a ampliarse y tratar de recuperar ese dominio mundial que está perdiendo.
Yo creo que todas las decisiones del señor Trump tienen un sustrato económico que no siempre somos capaces de entender en su totalidad.
Lo que es cierto es que si Trump realmente fuera perjudicial para los intereses estratégicos a largo plazo de Estados Unidos probablemente ya no estaría en el poder: hay muchas fuerzas, muchos lobbies, que ya lo habrían sacado de la Casa Blanca.
¿Entonces Trump no es un payaso?
Me gusta en este caso citar una famosa frase de Polonio cuando habla de Hamlet en la obra del mismo título de Shakespeare: «Parece locura pero tiene método».
Esa es la idea. Porque esa aparente locura no deja de ser una estrategia: la estrategia del loco.
Evidentemente Trump produce muchísimo temor ante la enorme cantidad de poder que tiene en sus manos, su manera de actuar parece un poco irracional, sin un rumbo claro, sin norte…
Pero yo creo que es una estrategia perfectamente planificada por parte de una persona que domina muy bien la opinión pública y los medios de comunicación. Hay que recordar que durante diez años Trump fue director y presentador de un «reality show» y sabe muy bien cómo abrir todos los días los informativos de televisión. Y muchas veces eso oculta la auténtica realidad, lo que hay detrás de todas sus palabras.
Usted asegura que la economía es la que la que manda, la que dirige el resto de acciones de la geopolítica…
Sin lugar a dudas. Todos los conflictos, absolutamente todos, tienen un componente económico.
En algunos casos es claramente el prioritario, en otros es un componente más.
Pero en todo momento, desde siempre, existe ese interés económico. Y ahora mismo todas las acciones y decisiones del señor Trump van en esa línea.
El verano pasado, por ejemplo, acababa de aterrizar en Europa y empezó a criticar muy ácidamente a la señora Merkel por comprarle el gas a Rusia, acusándola de traidora y de no cumplir un embargo.
Lo que había detrás de esas declaraciones era el intento por parte de EE.UU. de vender todo el gas a Europa y que no fuera Rusia, y más ahora mismo que con la explotación a través del fracking Estados Unidos lo tendría relativamente sencillo.
Y en todo lo demás igual. Si un país no tiene una economía solvente, evidentemente no puede tener unos buenos servicios de inteligencia, un buen ejército, una buena diplomacia y no puede tener contento a su pueblo.
Hasta China, que oficialmente es un país comunista, lo tiene claro desde hace mucho tiempo.
Ya a finales de los años 70 Deng Xiaoping (líder de China desde 1978 hasta 1989) comprendió que su país tenía que ser un país rico, porque de otra manera el socialismo fracasaría.
¿Ve a la vista una guerra entre EE.UU. y China?
Es cuestión de tiempo que China y Estados Unidos se enfrenten de manera convencional, por lo menos así lo demuestra la historia: podríamos hablar de una docena de ejemplos de enfrentamientos que comienzan siendo económicos y terminan en un enfrentamiento convencional: desde la guerra del Peloponeso, las Guerras Púnicas…
Se trata siempre de una potencia decreciente ante una potencia clarísimamente en auge, y antes o después termina habiendo un enfrentamiento convencional.
Mi pronóstico es que probablemente ese gran enfrentamiento tendrá lugar en el mar del sur de China, en el Pacífico.
Esperemos que lo solucionen de manera pacífica, pero para eso tendrían que repartirse el mundo, repartirse los recursos, repartirse incluso el espacio, y yo no sé si las dos grandes potencias están dispuestas a eso.
Así que yo no descarto en absoluto un enfrentamiento militar convencional de alta intensidad entre China y EE.UU.
¿Se atreve a poner una fecha a ese posible enfrentamiento militar entre China y EE.UU.?
Tendría que ser a partir de 2030, cuando está previsto que China se consolide verdaderamente como potencia económica.
La historia nos demuestra que cuando la potencia ascendente ha alcanzado ese predominio económico, la que está en declive trata de recuperarlo a través del enfrentamiento militar.
Podría ser antes de 2030, podría ser después, pero lo que tendría que ocurrir es que China se consolidara como potencia mundial y que EE.UU. tratara de revertir la situación mediante un enfrentamiento militar convencional.
¿Y no existe el riesgo de que ese hipotético enfrentamiento convencional entre China y Estados Unidos pase a ser nuclear?
Pues tampoco es descartable. El propio señor Putin, en uno de sus mensajes a finales de 2018, ha dicho que no se debe descartar un enfrentamiento nuclear.
Ahora mismo Rusia está ensayando nuevos misiles balísticos intercontinentales, tanto de aire como submarinos, y Estados Unidos también está potenciando su arsenal nuclear, tiene planes para renovar no solo sus armas nucleares tácticas sino también las estratégicas, de las que se habla muchísimo menos y que, sin embargo, son las que mayor probabilidad tienen de emplearse en un escenario de conflicto.
Así que no, no debemos descartar ni muchísimo menos un enfrentamiento nuclear.
¿Podría hacernos una radiografía geopolítica de América Latina y revelarnos cómo cree que va a evolucionar en los próximos años esa zona?
Estamos viendo un cambio de tendencia, de orientación política, en toda América en general.
Es algo que entra dentro de la normalidad, del cansancio tras varios años en los que han gobernado partidos progresistas que no han satisfecho todas las necesidades de la población, no han acabado con la violencia, con las desigualdades, y ese cansancio ha provocado ansias de cambio.
Estamos viendo claramente cómo buena parte de los países de América Latina donde había alianzas bolivarianas o de izquierdas están virando.
Otro aspecto es que, lamentablemente, América Latina ha sido incapaz de unir sus fuerzas para tener una voz en el mundo.
Y eso que algunos de sus países son muy ricos, con grandísimos recursos naturales que están siendo explotados por parte de otras potencias.
Ahora mismo hay una gran penetración, sobre todo de China y en menor medida de Rusia, algo que preocupa a Estados Unidos.
EE.UU. había abandonado en cierto modo a esos países, su política exterior no se centraba en ellos, pero cuando ha visto la penetración de sus dos grandes oponentes ha saltado la alarma, se ha dado cuenta de que tiene que intentar recuperar su presencia en toda Latinoamérica si no quiere que sean otras potencias las que lo hagan.
Más allá de los problemas intestinos que tenga cada uno de los países de América Latina, que son muy diferentes, lo que es muy lamentable es que países muy ricos como Argentina o el caso paradigmático de Venezuela no sean capaces de tener una estabilidad, cuando si la tuvieran no es que todos sus ciudadanos pudieran vivir en la opulencia absoluta pero desde luego en condiciones muchísimo más ventajosas que ahora.
¿Quiénes serían los grandes actores geopolíticos latinoamericanos? ¿Tal vez México, Brasil, Argentina?
México tiene un potencial de desarrollo inmenso, y si es capaz de imponer un poco de orden en ese país tan sumamente rico, desde luego será una de las 10 principales economías del mundo en muy pocos años, para 2030, incluso puede estar entre las cinco más potentes.
Por población, por hidrocarburos, por su potencial turístico, etc., es un país que puede tener una repercusión mundial importante.
Hacen falta, una vez más, buenos gobernantes que sepan gobernar en beneficio de su país y de su pueblo, algo que hasta ahora no ha sido sencillo en Latinoamérica en general.
Otro gran país, sin duda, es Brasil, que veremos qué deriva toma. Si Brasil cuenta con el apoyo decidido de Estados Unidos, como parece que ahora va a tener, puede convertirse en el verdadero líder de Sudamérica.
El otro gran país podría ser Argentina, que está demostrado que tiene grandísimas reservas de gas y petróleo que a través del fracking hasta pueden ser mucho mayores, con riqueza agrícola y ganadera.
Por extensión, población y recursos, serían los tres grandes países dominadores de la zona. Pero no debemos nunca olvidar a Venezuela, que probablemente tenga el 25% de todas las reservas probadas de petróleo.
Las estadísticas revelan que la brecha entre ricos y pobres aumenta en casi todo el mundo y que los pobres cada vez son más. Una recesión económica podría aumentar aún más esas diferencias y llevar al ejército de los desfavorecidos a alzarse contra los opulentos. Usted pronostica que es posible que los ricos erijan sus propias «ciudades fortaleza» para aislarse del resto de la sociedad, parar tratar de ese modo de garantizar su seguridad e incluso evitar enfermedades contagiosas…
En los países más avanzados se está produciendo un fenómeno de polarización absoluta de la sociedad, el número de millonarios y el gasto de estos millonarios va en aumento mientras que la clase media está disminuyendo.
La gente joven cada vez tiene más difícil acceder a posiciones de clase media como las que tenían sus padres o sus abuelos, y los que trabajan perciben con frecuencia salarios verdaderamente indignos.
Además, en esta polarización ahora todos nos conocemos, ya no es como hace unos años cuando cada uno vivía en su pequeño mundo y desconocía lo que pasaba enfrente.
Ahora existen macrociudades donde una parte de la ciudad vive rodeada de tecnología en edificios modernos y avanzados y la otra parte vive en favelas, pero se ven unos a otros.
Evidentemente, eso crea lo que yo llamo una «percepción de injusticia» que llevará a movimientos revolucionarios.
Los ricos, para protegerse, buscarán sus propias islas de seguridad, armados hasta los dientes, para evitar que esa revolución les afecte.
¿Y lo conseguirán o tendrá lugar esa revolución?
Yo creo que tendrá lugar, es cuestión de tiempo. Ahora mismo el problema es que estamos viviendo una situación ficticia: muchos jóvenes aún están viviendo de sus abuelos o de sus padres, pero los abuelos terminan desapareciendo y también los padres.
Y la gente joven, con esos sueldos ridículos que percibe (cuando los percibe, porque muchos tienen empleos discontinuos), va a tener pensiones muy bajas cuando se jubile.
Y con estas disparidades sociales estamos abocados a algún tipo de revolución, porque la situación actual es insostenible.
Ahora mismo en Europa hay 9 millones de subsaharianos, pero se calcula que en 30 años habrá entre 150 y 250 millones. En Estados Unidos hace ya muchos años que los hispanos son la primera minoría y siguen creciendo. ¿Cómo van a afectar la demografía y los movimientos migratorios a la geopolítica?
Es un elemento fundamental que va a modificar todo el espectro geopolítico tal y como lo conocemos actualmente.
Hay tres motivos principales: por un lado, está el déficit demográfico que tenemos en algunos países como España, donde vamos al suicidio demográfico.
Por otro lado estamos hablando de un incremento más que notable en algunos países como Mali o Chad, donde el número de hijos por mujer supera los 7 y donde gracias a los avances sanitarios prácticamente todos sobreviven. Y todo eso genera movimientos migratorios masivos y cada vez más incontrolados, se pueden movilizar decenas de millones de personas en plazos de tiempo muy cortos y eso va a ser muy difícil de controlar.
Esa gente, como haríamos cualquiera de nosotros, trata de ir a lugares donde creen que pueden tener una vida más esperanzadora. Esto va a generar grandes convulsiones de todo tipo, no solo sociales o políticas, como ya estamos viendo claramente, sino también convulsiones económicas, porque evidentemente esto tiene un coste económico, a las personas que llegan hay que darles los mismos derechos que a los demás, no se puede tener ciudadanos de primera y de segunda o simplemente acogerles para que luego estén mendigando por las calles.
Y si añadimos ese coste económico a una Europa que estaba empezando a salir de una crisis económica y que le viene otra encima, esos movimientos migratorios van a generar unas tensiones sociales muy importantes.
¿Cómo se imagina el mundo dentro de 50 años?
Será muy diferente al de ahora, va a haber, y en muy pocos años, antes de 50 años, una revolución tecnológica absoluta.
Pero lo que no va a cambiar nunca son las pasiones y debilidades humanas, y eso va a seguir marcando la pauta: las luchas por el poder, la soberbia, la prepotencia… Y el que controle la tecnología tendrá una capacidad de control sobre el resto de los ciudadanos como nunca ha existido en la historia.
* Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019.