En los Juegos Centroamericanos y del Caribe Santiago 1986, el tenimesista Mario Álvarez Soto conquistó tres medallas de oro y en el éxtasis de la victoria del torneo individual, el fotógrafo Pedrito Guzmán le hizo una toma de antología.
Guzmán captó al brillante jugador tras ganar el punto decisivo en gesto pleno victoria: un grito que mostró los músculos de su cuello en tensión, sacudión de cabeza cuyos cabellos despedían el sudor generado en el fragor de la contienda, raqueta “vibrante” en la mano derecha y el puño izquierdo apretado, todo simbolizando su hegemonía regional.
Durante los mismos Juegos, estaba Pedrito un mediodía en un restaurante abierto, cuando observa por la calle a una dama montada de lado en un burro pregonando hermosísimas flores. Raudo apela a su cámara y pido a la señora que se detenga para hacerle unas fotos.
Lo que salió del lente prodigioso de Guzmán fue una imagen angelical de la mujer de rasgos indígenas, signados por su cabello azache y rostro perfilado que rezumaba la bonhomía y mansedumbre de aquella raza extinta. Su ropaje pulcro hacía juego con el colorido de las flores en árganas y con la parsimonia del domesticado asno.
Fue como un Da Vinci, una postal que perpetuaba la imagen icónica de la marchanta cibaeña y que un curador de arte podría analizar mejor.
Las fotos de Mario Álvarez y la Marchanta nunca se borraron de nuestra memoria y creemos bien recordar, que fueron portadas en El Nuevo Diario por lo impactantes que resultaron.
Representan ejemplos de la maestría, versatilidad, sagacidad y experticia de Pedrito Guzmán, dotes que puso al servicio del diarismo dominicano, dentro del cual el periodismo deportivo se privilegió.
El martes 21 de marzo nos fulminó como un rayo la sorpresa de la partida, a los 63 años, de ese pequeño hombre de andar rápido, pero gigante del lente que, en el béisbol invernal, el baloncesto, voleibol y cualquier actividad deportiva que cubrió, esbozó su ingenio.
Solía subirse a un árbol, trepar una pared o agazaparse en cualquier lugar insospechado en su instinto de pescar la toma que buscaba, porque lo suyo nada era al azar, sino que se fijaba objetivos precisos.
Tal vez ello le sirvió como adiestramiento para convertirse en corresponsal de Solidaridad Internacional en las guerras de Nicaragua y El Salvador; en misiones de organismos como la ONU, OEA, UNICEF, PNUD, la GTZ y fue fotógrafo personal del gran líder José Francisco Peña Gómez.
Presentó más de 20 exposiciones individuales y colectivas en Europa, África, América y Asia, en ciudades como Nueva York, París, Londres, Oxford, Moscú, Madrid, Gibraltar, San Salvador, Managua y Santo Domingo.
Después de mucho tiempo sin vernos, nos encontramos con su sonrisa y sus afectos en abril de 2017 en el campo de fútbol de La Romana, donde nos comentó que estaba involucrado en promover la práctica de ese deporte entre niños y adolescentes. Con frecuencia nos envió fotos con que lo demostraba.
El 1 de octubre de 2019 nos escribió desde el Peñón de Gibraltar y el 1 abril de 2020 lo hizo por última vez: “Hola DiMaggio, estamos en RD. Cuídate mucho. Un abrazo grande”.
Desconocíamos que Pedrito Guzmán padeciera enfermedad alguna hasta el anuncio de su partida. Solo nos queda recordarlo como fue: afable, siempre expresivo en busca de algo gracioso para provocar risa, pero sobre todo, un profesional visionario del lente. Descansa en paz, amigo.