Santo Domingo.- Existe un refrán que dice “Cuando das, recibes” ya sea para bien o mal; es una frase corta pero encierra una gran realidad que a muchos le ha tocado vivir, como es el caso de una joven que estudió para enseñar a otros sin imaginar que sus alumnos serían sus maestros.
Paula Dolis Torres comenzó a impartir docencia en el 1997 cuando apenas alcanzaba la mayoría de edad; han pasado 25 años y hoy cuenta con una sonrisa en sus labios, que a través del tiempo han sido sus estudiantes quienes les han enseñado a vivir.
“Lo más grato que he aprendido en esta carrera es la convivencia con los demás, el amor que se puede llegar a tener hacia los niños, jóvenes y adolescentes”, relata.
Narra que lo que la motivó a estudiar magisterio en la Universidad Federico Henríquez y Carvajal, fue el interés de ayudar a quienes necesitaban aprender, de manera que la sociedad contara con mejores seres humanos de adentro hacia fuera.
Así que se convenció de que la única manera en que lo lograría era superándose a sí misma; abandonó su trabajo como cajera en una tienda de repuestos de automóviles y antes de culminar la carrera empezó a impartir el pan de la enseñanza.
Inició en el colegio Rosa de Sarón con 15 alumnos en cursos del nivel básico a los que enseñaba todas las materias, luego en luego en secundaria, allí instruía a estudiantes con las asignaturas Lengua Española y Educación Artística.
Sin embargo, lo que comenzó con única intención de colaborar con la educación de otros, se convirtió en un desafío, a medida que iba aumentando el número de materias y aulas asignadas, crecían sus responsabilidades como maestra.
Lejos de dedicarse a su trabajo únicamente en el aula como algunos consideran, Torres se dio cuenta que la labor de un maestro va más allá.
En la planificación para el desarrollo de temas educativos en clase, aprendió a crear estrategias atractivas para los estudiantes a fin de garantizar su interés por los estudios.
Sacrificó su tiempo de disfrute familiar, para descifrar porqué algunos de sus alumnos comprendían menos que otros.
Asimismo, en el aula aprendió a ser medidora de conflictos entre padres y estudiantes.
Torres relata que cada uno de sus alumnos les enseñaron a cultivar valores tantos éticos como morales, pues aprendió a ser paciente, justa y responsable con ellos, pese a su edad y cualquier condición física o mental.
Por esa razón, tras 25 años de ejercicio Paula Torres describe el magisterio como la carrera del amor y asegura con el rostro iluminado, que la mayor satisfacción de un maestro es ver a sus estudiantes cumplir sus sueños.
“Yo creo que no hay un mayor premio que verlos avanzar, verlos a ellos desarrollarse, observar cuando ellos alcanzan sus metas y logros, es muy satisfactorio cuando, uno puede ir a una graduación de término, verlos a ellos con alegría y deseos de seguir hacia delante”, expresó la educadora.
Torres exhorta a la nueva generación de estudiantes, perseguir sus sueños y no limitarse al encontrar obstáculos en el camino, “pues lo mejor de la vida es ser rico en conocimientos para ser útil en el sociedad”.
Aunque su principal vocación es impartir el pan de la enseñanza, Torres continuó educándose, por lo que es además enfermera y repostera.
Lo que ha servido como referencia para sus tres hijos, en especial su primogénita Charlyn Ramírez Torrres quien estudia medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Pues como decía Albert Einstein, «educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única».